Venciendo la tentación

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Dicen que las chiquitas se hacen de azúcar, especia, y todo cuanto se aprecia.

¡Menos mal! ¡Qué dicha! ¡Qué tranquilidad! ¡Qué alivio! Es posible el convivio.

¿Imaginas cómo serían si fueran de suturas, implantes y sufrimiento? ¡Tu escarmiento!


Se tragó las píldoras en un sentada y siguió hablando, carente de todo entusiasmo. La anamnesis no rendía fruto alguno. A las preguntas generales que arrojabas venían respuestas cortas o mutismo severo. Hasta el estudiante más inepto sabría decir lo ocurrido: la paciente distaba mucho de estar conforme con el cambio.

Sus talones golpeteaban, repetidamente. No soltaba un lápiz para nada y, lo peor de todo, fingía clavárselo en las muñecas y las palmas, ambas llenas de pequeñas costras redondas. La misión no estaba resultando nada fácil, como habías previsto. Se mostraba muy indispuesta a colaborar contigo, aunque, debías reconocerlo, de haberle desagradado totalmente habría tomado medidas drásticas.

En su escritorio estaba abierto un pequeño cuaderno; rápidamente descubriste que debía ser su diario personal, con llave y candado. Todo muy normal para cualquier adolescente ordinaria.

"Hubiera sido necesario aprender manejo del paciente con TEPT. ¡Qué circunstancias! Bien, al menos ya nos conocemos. Me despido, y vengo mejor preparado mañana. Leer ese diario nos permitiría abreviar la misión. ¡Sí, debo leerlo!" ─ Planeaste en el acto.

Las cosas tomaron un giro inesperado cuando ya te despedías. Tenías el consuelo de estar en el mejor lugar para tratar cualquier incidente potencialmente fatal, si el ajustado presupuesto lo permitía. O al menos eso pensabas. Usar el arma anti-anti-Skull girl, resultaba, sin embargo, menos confiable; un solo segundo bastaría para lesionar fatalmente a un sujeto corriente y moliente como tú mismo.

─Aún no nos conocemos bien. No te muevas ─Ordenó sin demostrar emoción alguna.

"Nunca llevar la contraria al paciente" ─ recordaste. Asentiste con la cabeza.

Haciéndote señas para entrar por completo, cerró con estridencia la puerta, haciendo tintinear un carillón de viento colgado, y giró el pomo. Ahora estabas atrapado sin salida posible.

Abrió apresuradamente un estuche de violonchelo, reposando tras la puerta, y lo acercó a tu cara. O, mejor dicho, acercó tu cara forzadamente a lo que estaba en el interior del mismo; eran nada menos que las afiladas hojas de uno de los parásitos sintéticos implantados. "Así que esto es parte de Buer Drive. Es mucho más grande que en las fotografías." ─dilucidaste.

─Bien, ─titubeó, soltándote─ ¿Qué opinas? Soy una aberración, ¿verdad?

Meneaste la cabeza en negación. Hablar no era posible con su mano cubriéndote la boca.

─ ¡Mientes! ─gritó, histérica ─ ¡Mientes como todos los demás! ¡Admítelo, soy un... un...!"

Aflojó su agarre hasta soltarte. Era efecto de los sedantes del día: una potente mezcla de clorpromazina con al menos otros tres fármacos sintetizados en el laboratorio, precisamente, para su tratamiento. Todo de patente en trámite.

Quedó en letargo, poco responsiva. Seguía murmurando cosas sin sentido. "Papá... mamá... ¿acaso no les agrada mi cara?" "Voy por ti", "Le cortaré el gazna..." "¡Filia!" entre otras frases más alucinantes. Giró los ojos hacia arriba, y te sujetó de la mano, haciendo gestos de que la acercaras a la cama.

Así lo hiciste. Resultó extremadamente pesada. Con toda precaución la ayudaste a recostarse, levantándole los pies. Movió los labios y se quedó tranquila, exhalando ruidosamente.

"Gracias, doctor S-sin por ayudar..." alcanzó a decir antes de quedarse en silencio, con los ojos entreabiertos. Sus escleróticas se tornaron negras, antes de volver al blanco manchado.

Contra lo que cabría esperar, seguía todos tus movimientos con la mirada. Hubieras podido robar el diario en ese momento. "No sabemos cuánto durará el efecto de esos fármacos. Mejor no hacer nada estúpido" ─ abandonaste la idea de inmediato.

Un último movimiento de su mano resultó potencialmente peligroso: una prolongación grisácea y aguda alcanzó a rasguñarte muy cerca de la carótida. De no haber apartado la cabeza sin duda habría sido así.

─ Descansa, Carol. ─ Te despediste, finalmente. Doblaste la sábana para cubrirla y apagaste la luz. Cerraste la puerta con todo cuidado y saliste apresuradamente del pasillo. Habías superado la prueba, tal vez, por ahora.

"A Rapunzel la enceraron en una torre por ser un peligro para el reino. ¡Podría decirlo!" ─reíste sarcásticamente antes de tomar notas del día y consultar otra vez el expediente, desde el inicio.

Era portadora de una rara serie de marcadores histológicos, extremadamente inusual y sólo observada en poblaciones de montañeses, hasta ese momento. Menos tranquilizador resultó ver los efectos degenerativos del Gae Bolga y las transfusiones; todo en ella estaba en un perpetuo estado inflamatorio, excepto el sistema nervioso central, las más de las veces.

No obstante, se mencionaban repetidos episodios de encefalitis y síndrome neuroléptico maligno. Tener elementos tan ajenos había enloquecido a su destrozado sistema inmune. Ahora hacía blanco en receptores críticos para la conducta. El resumen: la persona, o cosa, capaz de hacerle pasar por tanto sufrimiento sólo tenía en mente un arma, de un uso único.

Muy distintos eran los proyectos del LAB-8; invasivos, pero considerando la vida posterior de los sujetos:

Big Band tomaba algunos fármacos inusuales de cuando en cuando. Peacock tendría que cambiar sus miembros protésicos al crecer. Hive pasó por una cirugía mayor cuando llegaste, y fue necesario estabilizar a uno de los niños por los mismos días.

Pero nadie había pasado por tantas intervenciones como Carol. Y en ningún caso se recurriría a transfundir sangre de Skull girl, altamente peligrosa de obtener, más devastadora para quien la recibiera.

Anotaste fecha y hora, así como todas las frases que dijo durante su delirio. Incluiste la observación de que se tornó altamente hostil por percibir que mentías sobre su aspecto físico, considerando oportuno citarlos como síntomas de paranoia. Comparando el último apunte con el primero descubriste algo fuera de lugar: ella había mencionado a "todos los demás". Y eras el primero en hacer notar el síntoma psiquiátrico. Nadie más había anotado sobre conductas paranoicas en ella. "¿Su estado mental se estará deteriorando rápidamente?" "Lo dudaría. Aquí ha recibido la mejor atención posible, además, todos sus tests muestran memoria y aprendizaje incluso ligeramente superiores a la media. Habrán olvidado ponerlo antes. ¡Irresponsables!"

Cerraste el expediente y apagaste el gran computador que lo alojaba, sin temor a que fuera robado; haría falta los mejores expertos en criptografía para sacar información útil del mismo. Todos ellos estaban en el mismo equipo que tú, gracias al abultado cheque de pago.

Te retiraste la bata, cambiándola por el menos clínico uniforme de conserje, y saliste a la calle, después de despedirte del supervisor del área.

Debías camuflarte con el entorno, urbano y miserable, si no querías ser secuestrado. La violencia urbana se desató ese año; nuevas familias del crimen organizado, y otras organizaciones malvadas, decidieron que era el mejor momento de abrirse paso a New Meridian, sin temor a un ejército reducido y una policía fracturada. Sólo los vigilantes parecían dispuestos a impedirlo.

"¿Cómo podré leer ese diario?" —seguiste tramando.

Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora