Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)

¡No lastimes a mi querida cascanueces!

"¿Eso fue todo? ¿Qué me sucedió después?" —Intentaste recordar más detalles. No te era sencillo con tantos moretones, y una terrible cefalea.

Los detalles en tus memorias eran difusos: primero, después de haber tenido la resolución de tomar medidas, y probar a todo el mundo que a quien llamaban "Painwheel" era inocente (en esa ocasión, se sobreentendía), decidiste correr a tu cuarto de alquiler, esperando que esa simpática y averiada Robo-Fortune decidiera cooperar. Todo era sólo coser y cantar.

"El hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo de donde ha emergido por azar." Decía una frase que tenías grabada a fuego en la mente desde que te inclinaste por la lógica y la razón. Si en ella veías una proclama de libertad personal, o más bien todo lo contrario, sólo tú estabas en condiciones de aclararlo. No la veías tanto como una ley inquebrantable, sino una guía general.

¿Guía general? Querrás decir: que me vale para unos casos, y para otros no. Más que norma, es herramienta. ¡Hojalá nada me revienta!

Al igual que la verdad misma: serás pronto un gran técnico. Y por ende, un hombre valioso, aunque mienta. Y el corazón no se tienta.

Lo que te encontraste nada más abrir la puerta parecía dictar lo contrario a dicha cita. El autómata había escapado, dejando un inmenso agujero en el muro con su exacta silueta, sin hacer omisión de sus puntiagudas orejas ni su gran cola. Se había marchado sin decir siquiera un adiós. Daba lo mismo, a ti ni siquiera los robots te tomaban en cuenta para nada.

—¡¿Qué es lo que puedo hacer?! —En un abrir y cerrar de ojos pasaste a la más tremenda desesperación. Tantos planes arruinados, tantas estrategias infructuosas, tantos esfuerzos terminados en nada. La peor parte fueron las consecuencias para alguien más que tú te sabías.

"¡No! ¡No!" "¡Esto no se queda así! ¡No puedo fallarle ahora!" —Miles de estratagemas pasaron por tu cabeza, cada cual más destinado al fracaso. De pronto ya no encontraste soluciones, sino problema tras problema. Pese a todo, tuviste un breve lapso de lucidez y tremenda claridad mental:

—¿Es culpa mía que las cosas siguieran su ritmo? Creo que me estoy arrogando demasiados créditos. ¡Eso! De todas maneras, cualquier cosa que planease ese Brain Drain la habría llevado a cabo con, o sin, mi intervención.

—¿Interrumpo algo? —Alguien te sujetó con fuerza del cogote y te obligó a darte media vuelta. Casi caes fulminado al descubrir que no era otra que la enfermera demente.

—¡Iiiii! ¡Iiii! —chillaste penosamente mientras te ponía el índice en las narices.

—¿Ya lo pensaste? ¿Aceptas mi trato? Lo que deducía. —Después de doblarte el espinazo. —Tal vez un par de cosas te ayuden a decidirlo.

Se abrió un poco la bata corta, y volteaste de inmediato para otra parte. Lo que sucedió fue... que te golpeó en la cabeza con un grueso librillo que había sacado de sus ropas.

—¡Déjate de tonterías! —Ordenó un poco enérgica. —Abre esto, y decídelo ahora mismo. No quiero más rodeos.

Mientras intentabas no caerte ni hiperventilar más de la cuenta, abriste el pequeño documento. Parecía una especie de bitácora, con registros muy anteriores, quizá de décadas, sobre proyectos anti-skullgirl.

El simple hecho de leer eso podía suponer, como menos, la prisión perpetua en ciertos países. Pero, ahí estabas, sin dar crédito a lo que veías... había bastante información sobre algunos de los más destacados integrantes del LAB-8. Quizás demasiada. En una parte se negaba con vehemencia que el proyecto "Peacock" fuera re-planeado para convertirse en hospedero de alguna cosa cuya naturaleza era imposible de precisar, gracias a la oportuna intervención de quien lo llevara a término. Hasta ahí todo era revelador, pero sin mayor sobresalto. Una vista rápida al archivo muerto podría haber demostrado todo ello, al menos en parte.