Los temores de los niños

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Aquí abajo no hay brujas, ni duendes, ni cantores dragones.

No hay hadas, ni magia, ni hechicería, ni siquiera simples ratones.

Sólo hay desconfianza, recelo, problemas y secretos.

Pequeños experimentos amistosos, y corazones inquietos.

Los niños quedaron muy convencidos tras un breve recorrido guiado por su figura materna de que no había nada raro ni anormal en las plantas bajas. Para ser precisos, no había nada más allá de unas viejas calderas acompañadas de casilleros desvencijados. Todo decorado con papeles amarillentos.

—¿Lo ven? —La maternal enmascarada dio por concluido el paseo. — Aquí no hay nada. Esas cosas de los espantos no son reales.

De toda aquella gente menuda, los más pequeños eran los más ufanos, en absurdo contraste con sus congéneres de mayor edad, que parecían verse mucho más inquietos. Y justamente la malintencionada demasiado grande para los cuentos de hadas parecía querer decirte algo en privado.

Hábil como eras, aprovechaste una distracción del resto de la comitiva cuando ya era el momento de subir para aclarar el asunto con total discreción.

—¿Así que has sido tú quien le ha metido miedo a los demás? —Susurraste en su oído.

—¡Lo siento! —Sus enormes ojos, aunque opacos, expresaban mucho más de lo que hubieras podido esperar. —Creímos escuchar algo hace dos días. Y es muy tonto, pero tuve un sueño...

—Naturalmente han debido ser estas calderas. —Señalaste con displicencia tus alrededores. — Aquí no hay ratas, hay cucarachas.

—Sí, sí. Eso ya lo sé. —Seguía muy reacia a dejarse persuadir. — Sólo te lo contaré si tú me cuentas un secreto tuyo. Y si prometes no decirlo a nadie, yo tampoco diré nada.

"Ya sé lo que pasará... ¡Qué remedio! Si le presento como un secreto lo que ya sabe de sobra su tutora..."

En silencio levantaste el meñique al mismo tiempo que cerraste tu boca con un zíper imaginario, indicando que respetabas sus deseos. Al entenderlo, te pidió que te agacharas y escucharas lo que estaba por confesar.

—Esa vez que te caíste por las escaleras soñé con una cosa horrible. —Inició su narración— Justo aquí... y en las siguientes noches escuchaba algo.

—Ello no es para avergonzarse. —Respondiste afablemente, descubriendo que Ileum había malinterpretado todo como si hubiera sido culpa de tu improvisado cuento— ¿Y cómo era esa cosa horrible?

—Era... asquerosa.

—¿Segura que no fue sólo Andy Anvil? Puede verse extraño, el maquillaje hace maravillas con los dibujos animados.

—¡Para nada! ¿Y cuál es tu secreto?

—Bueno... digamos que he hecho enfadar a alguien que no debía a causa de alguien más que se molestó por culpa de alguien y yo...

—¡No vale! —Se quejó— ¡Quiero nombres!

—Si no me dices exactamente que viste, no daré más datos. —Contraatacaste.

Ocurría que la pobre niña estaba demasiado atemorizada como para decirlo. Lanzaba una sílaba, aparentemente al azar, y de inmediato se arrepentía. Eso por un largo tiempo hasta que decidiste deponer las armas con lo que ya se sabía. La única mentira que arrojaste fue redefinir eso de Live Peep Show como un concurso, en vivo, de comer dulces peeps... no se lo creyó mucho, pero acabó por entender, y darte un sencillo consejo:

—¿Y por qué no le explicas a las dos que no querías dejarlas solas mientras te tragabas muchos peeps?

—No le caigo bien a ninguna de las dos ahora... —Suspiraste— Es lógico. Más vale que no me acerque demasiado a las dos juntas.

No pudo seguir. Pidió calladamente que la acompañaras con sus compañeros, y así lo hiciste. Era divertido notas cierto parecido con alguien más, con aquellas puntadas en la frente.

"Ha sido su imaginación." —Pensaste después de despedirte de todos e irte a dormir, en tu miserable escondrijo. — "¡Qué día! ¡Qué vida!"

"Aunque debió ser la suya una imaginación demasiado inquieta para ello." —Continuaste tomando notas mentales pasadas altas horas de la noche. —"Vamos a ver: una niña con una inusual condición médica que en cualquier facultad de medicina causaría estupor, con una figura materna llena de taladros y secretora de enzimas potentísimas, rodeada de otros niños como ella, y que vive en una ciudad como esta, dice que vio una cosa horrible. Con toda la cortesía del mundo, sí que debió ser algo espantoso lo que se habrá imaginado... ¡Los niños y sus fantasías! No deberíamos de ser tan duros al juzgarlos, desde luego. Al menos no hay comité de revisión ni institución educativa alguna que les obligue a realizar estudios mal mostrados y peor justificados..."

"Más atención me merece el problema con esa Filia. ¡¿Qué se piensa que soy?! Podría suponerse que todo el asunto de la escuela la ha hecho perder el seso. Y claro, se desquita con el eslabón más débil de la cadena alimenticia..."

"¿Y qué de Carol? ¿De qué no me he enterado? ¿Qué le habrá dicho de mí? ¡Nada bueno! ¡Da igual! Yo lo único que quiero es terminar esta misión cuanto antes. No pienso ser cobaya toda mi vida. Pero nada me molestaría observarla un poco más. Sí, no mucho más. ¡Ay! ¡Pero que estoy pensando! ¡No tengo ninguna oportunidad con ella!"

"¿Habré hecho bien en dejar ese robot sin supervisión? Sólo espero que los vecinos no lo encuentren antes de mi próxima oportunidad de salir de aquí. ¡Qué dirían mis padres si supieran dónde he ido a parar!"

"¿Y qué puede haber en esos papeles que sea de interés?" —Ni el cansancio ayudaba a conciliar el sueño —"Nada perdemos con ver."

Discretamente te deslizaste hasta el sótano, esta vez tú solo. Como era de esperar, a primera vista no había nada digno de notarse. Todos los papeles en el suelo eran aburridísimas facturas para engañar al fisco: un laboratorio secreto no podía darse el lujo de declarar todos sus gastos, así como así.

"Si hubiera estudiado para contador seguramente tendría mejor puesto aquí." —Frunciste el ceño mientras arrugabas una gran hoja. —"Al menos me esperaría que ella me tratase con tanta frialdad. Mejor pensar el alguien más. O algo más. ¡Lo que sea!" —Hiciste añicos el papel y arrojaste los trozos por encima de tu cabeza.

Uno de los fragmentos se meció lentamente ante tus ojos, mostrando una palabra que picó de inmediato tu curiosidad: "Paciente".

Ah, claro. En tu hastío no habías reparado en el reverso de la página. Sin ninguna duda había sido impresa una vulgar nota al reverso de algo menos prosaico, y lo habías despedazado irreflexivamente. Extraño ver en ti semejante conducta tan irracional.

Te pusiste a recolectar las piezas de la hoja, y a acomodarlas en un orden coherente. Nada complicado para una mente como la tuya.

No estabas por descubrir la gravitación universal o las leyes de la herencia. Mucho menos a demostrar la inexistencia del éter o del flogisto, ni siquiera a probar que el modelo planetario del átomo no era válido para describir todos los desplazamientos de un electrón. Pero, al menos en ese día tan lleno de fatigas, decepciones y sorpresas de variegado pelaje, fue un hallazgo formidable.

Una nota de evolución tomada a un paciente en un hospital público del reino Chess. Hasta ahí no había nada digno de atención salvo la descripción al final:

El paciente continúa sin respuesta a tratamiento. Se observa calcificación distrófica... lesiones correspondientes a calcificación metastásica, niveles de calcio sérico normales... pérdida total de extremidades superiores e inferiores... síndrome psicótico agudo. Repite constantemente la palabra "Gabbatha".

Aquello te sonaba de algo, pero no diste demasiada importancia. Se trataba sólo de una nota suelta, posiblemente extraviada, y de algún paciente que debería estar muerto para esos momentos. De haber sido algo de mayor importancia debía estar cifrado, resguardado en alguna bóveda custodiada.

"Ah, debe ser todo esto reciclaje de papel, sólo eso. Esperemos que mañana sea mejor." —Reduciendo todo a la hipótesis más sencilla, te despediste de aquel maldito día, por fin.

Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora