La madre helicóptero taladra de nuevo

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¿A ti ya no te tolera ni esa cría?

Vamos, no es para que nadie se ría.

Cuéntame todo, todo lo que no sabía.

Piensa en mí como tu madre, o tu tía.

Y en tu memoria surgió, con lujo de detalle, cada uno de esos no muy gloriosos momentos. Empezando por el menos esperado, el que involucraba a esa pequeña molestia de extremidades sintéticas. La muy pilla estaba esperándote, saltando de una entrada a otra.

—¡Ya era hora! —La diminuta amenaza refunfuñó mientras arrojaba la colilla de un puro. No lograste escabullirte de su visión periférica. —¿Dónde están los monos marinos?

—Bueno... yo... verás... —"¡¿Y ahora cómo hago para salir de ésta?!" —... fui a buscarlos en...

—¿Y dónde están? ¡No me hagas perder tiempo que está por empezar mi programa favorito! ¿Los tienes o no?

De todas sus virtudes la que menos figuraba era una llamada "paciencia". Así que, sin más preámbulos, se puso a sacudirte como si fueras una maraca cabeza abajo. Si hubieras sido capaz de poner las cosas en perspectiva en ese momento, hubieras pensado en lo afortunado que eras al pasar por una "simple" cinetosis en vez de traumatismos múltiples. Pero, claro, te quejaste a grito vivo.

Fue entonces que ocurrió lo menos esperado: en una de tan bruscas desaceleraciones cayó desde un lugar bajo tu camisa un pequeño bicho. Luego otro, y otros tantos, una docena para ser precisos. Aquello era...

—¡Monos marinos! —Peacock no cabía en sí de gozo. Contra todo dictado del sentido común, esos eran los imaginarios e inexistentes primates subacuáticos de los cuentos. Nada de crustáceos de agua dulce; aquello era la cosa real, con manos membranosas y todo. Tu captora te soltó, y se apresuró a sostener a los inverosímiles animales en sus enormes manos enguantadas.

—Siempre supe que los encontrarías. —Continuó— ¡Nunca dudé ni por un solo instante!

—¡Pero! ¡Es imposible! —Tú mismo no dabas crédito a lo que veías— ¡Debe ser un error! ¡Son sólo unos celenterados! ¡O unos equinodermos! ¡Unos simples crustáceos inusuales! ¡unos xenofiofóros! ¡Tentáculos de aguamala! ¡Trozos de alga! ¡Cirrípedos! ¡Alucinaciones colectivas! ¡Plástico flotante!

Enumeraste toda una lista de especies y objetos posibles por quien sabe cuántas horas. Cuando al fin admitiste que esos eran verdaderos monos marinos, la hiperactiva no estaba.

"De lo que veas, la mitad no la creas. Y de la otra mitad, la mitad no la creas." —Concluiste. Sólo faltaba que pudieras recibir una renta mínima para relajar tus criterios de objetividad... bastante subjetivos, siendo brutalmente honestos. 

El resto de la tarde fue de labores menores, que de eso si que no dudabas. Pese al impacto emocional de ver a los marinos primates —y de respirar aliviado por evitar lesiones de consideración— había algo que te seguía arrancando suspiros.

"¡Ha sido culpa mía no haber previsto las malas intenciones de ese cerdoso rufián!" —Cavilaste—"Lo único que saqué de todo eso es que tampoco puedo recurrir a Filia ni a su parásito. ¿Qué otro plan queda?"

"No sé... sigo encontrado demasiados agujeros en todo esto." —continuaste con tu pensamiento. —"Es duro admitirlo: soy el miembro menos productivo, el más débil y el menos experimentado de todo el LAB-8. Ya entendí que me tienen como conejillo de indias para el arma... pero, entonces, ¿toda esta misión es un fraude, una excusa para evaluar la efectividad de eso en una pelea? Si lo inventó el fallecido Dr. Avian, ¿por qué lo están probando hasta ahora? ¿Y contra qué o quién está diseñado? ¿Tendrá algo qué ver en todo esto esa tal Valentine?"

Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora