Lo que fácil llega, fácil se va

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¿Aceptas tarjetas de crédito, cheques de viajero, billetes de lotería?

¿O prefieres apego, aprecio, amistad, afecto, y demás vana bobería?

De todas, quedas con ninguna.

Muy listo eres, y no das ni una.

Minutos antes de tu entrada "triunfal", algo pequeño dio un tirón a tu ropa. Más extrañado que alarmado, te diste cuenta que era el parásito Sagan; llevaba un chaquetón estilo antiguo, y el reloj de bolsillo que siempre sacaba con insistencia.

—¿Vienes a machacarme otra vez? —Te anticipaste, entre resignado y preparado. Habías pensado que un buen golpe te ayudaría a ordenar tus ideas, por otro lado.

El animalejo lo negó con su gran testa. Abrió sus enormes fauces, como pronunciando un discurso, sin dejar salir palabra alguna. Hizo toda suerte de aspavientos y monerías. Más de cien veces señaló al brillante ojito que reposaba al fondo de su bocaza, a falta de palabras.

Como no le entendiste absolutamente nada, decidiste entrar de una buena vez. El descarado ente se plantó justo ante la puerta, negándose a dejarte pasar.

—¡¿Se puede saber qué quieres?! —Cuando te enojabas no eras, precisamente, intimidante. Pero con todo, la criatura puso cara de congoja al verte irritado.

Fue entonces que sacó de un bolsillo una pequeña libreta y una pluma; pese a carecer de pulgares opuestos, escribió algo en un papel que insistió en que tomaras.

—¿Un cheque por daños y perjuicios? —El pequeñajo pudo haber agregado un par de ceros, siendo objetivos. Pero tras presenciar algo tan feo en la escuela, y recordar la que te esperaba nada más cruzaras el umbral, cualquier suma era bien recibida. —¡Gracias! ¡Por fin alguien hace algo agradable por aquí! Dale mis agradecimientos a tu Annie. —Te agachaste para estrechar su diminuta e indefinida mano. — Y perdonen a su admiradora. Sólo es un poco... demasiado entusiasta con todo. Veo que en realidad eres muy simpático.

Sagan asintió con una enorme sonrisa. Se apartó de tu camino y salió muy ufano, perdiéndose de vista tras una gran roca. Para ser exactos, la mano de su anfitriona lo arrastró fuera de tu vista.

"¿Por qué no vino ella en persona a dejarme la indemnización?" —Te interrogaste por un momento. —"Será una grosera... Evita acercarse al laboratorio. ¡Eso! ¡No quiere ver a su admiradora ni en pintura! Como sea, hay que ponerse a trabajar. Aunque, podría escaparme de este maldito laboratorio, cobrar el cheque e iniciar una nueva vida" —Bromeaste, en realidad era una suma no muy crecida. Aunque con tu ingenio bien habrías podido hacerla crecer en poco tiempo.

"Ponerse a trabajar" fue una total subestimación de lo que te aguardaba. Ya se te había acumulado una montaña de labores menores; y el viejo subdirector, encima, quería hablar seriamente contigo. La alegría de recibir el cheque se volatizó por completo cuando escuchaste la noticia.

"¿Habrán descubierto la cabeza de Robo-Fortune?" —Pasaste saliva muy ruidosamente. Eso podría ser evidencia de traición, y te aguardaría un castigo muy severo. —"¿O alguien encontró el duplicado de las llaves?" —Te secaste el sudor de la frente. Algo tan contrario a las normas pudo haber tenido consecuencias graves. —"¿Me interrogarán por el incidente con esas niñas y su jefa?" —El no haber hablado a tiempo del evento también resultaba sospechoso. — "¿O sobre esa enfermera?" —Te habrían calificado de incompetente total, si usabas tus conjeturas sobre infiltrados.

—¿Así que el flojo nos honra con su presencia? —Por raro que pareciera, habías predicho esas palabras con total exactitud. —Imagino que estabas muy ocupado con menesteres más urgentes que tu labor aquí. Me gustaría escuchar sobre ello.

—Doctor —Susurraste al aire— Lo que ha pasado fue un gran malentendido.

—Eso lo sé de sobra. Sé de sobra que no has entendido qué se supone que haces aquí. —La sonrisa sardónica del subdirector hacía peor todo. — ¿Qué te había dicho sobre demorarse?

"¡Uff! Menos mal que no ha sido nada de lo que me temía... a juzgar por la pinta que tiene, mejor no decírselo hasta el final de la misión." —Te sentiste relativamente aliviado. Tomaste aire, y continuaste tu relato:

—Una profesora de la escuela me capturó pensando en que era un alumno inscrito, y me retuvo contra mi voluntad en su clase.

—¿Contra tu voluntad? ¿No pudiste aclararlo como un adulto? ¡Qué bárbaro!

—¡Era una gran mole de músculos! ¡No estaba dispuesta a escucharme! —La angustia retornó, triplicada.

—Sí, sí, claro. "Todo el mundo contra el pobrecillo Sin Oportunidad." ¡Invéntate otro cuento más creíble la próxima vez!¡Estoy harto de ponerme en el papel del malo! Mejor dime ya de una vez la verdad.

—¡Pero esa es la verdad! —Aullaste— Puedo comprobarlo... pude ver que... los compañeros de Carol —empezaste a balbucear—"Tengo un mal presentimiento... será mejor que eso lo diga ella en persona..."— No... estaba en otra clase... no la de la señora Victoria.

—¿Puedes decirme el nombre de esa otra profesora, la no-señora Victoria? —Se cruzó de brazos, como un incrédulo total.

—N-no, doctor. No me lo dijo nunca... sólo que me confundió con un alumno suyo, uno llamado "Weisz", o algo parecido.

—Me estás tomando el pelo. ¡Vaya que te burlas de mí!

—¡Puede llamar por teléfono si no me cree! —Insististe, ya al borde de la ira.

—¿Y qué les voy a decir? "Hola, ¿Escuela? ¿Pueden comunicarme con la No-señora Victoria?"

Ya estabas por mencionar la fea broma que le gastaron a Carol cuando, de alguna manera, el viejo te había sacado el cheque de los bolsillos.

Lo miró por largo rato, embelesado. Hizo otro de sus trucos de ilusionista y lo hizo desaparecer. Contó hasta diez, y lo "sacó" de tu oreja. Fingió romperlo en miles de trozos para sacarlo intacto de su manga y volver a mirarlo con aire erudito.

—¿Por qué no empezaste por mencionar esta valiosa contribución? ¡Me has hecho desperdiciar un buen regaño! ¡Mira qué papel de seguridad! ¡Decorado con estrellitas! ¡Y es auténtico! ¿Haces trabajos extras y no nos avisas? En otras condiciones te hubiera castigado por salir a la calle sin autorización. Pero como ahora no has traído algo bueno, al fin, considérate libre de castigos por ahora. Sólo te pido que acomodes los libros de este despacho, y sigas con tu misión. Si aplicaras el mismo saber a tus labores, hace mucho que estarías trabajando en el quirófano. —Lo guardó en su bata y salió, muy ufano.

"¡Fue muy caro quedar librado!" —Te lamentaste— "Si en verdad hubiera escapado con ese dinero, probablemente estaría libre de todo. Libre del subdirector, de Peacock, de Samson, de todo... incluso de... Carol."

Por amor... ¡Hasta la locura! (Painwheel x Lector)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora