Revisé el reloj y bajé rápidamente a la primera planta. El momento se acercaba. Luego de que todos estuviéramos allí, nos señalaron las camionetas en las cuales iríamos. Como Rodríguez había advertido, nos dividieron en dos grupos. Unos actuarían como refuerzo mientras que los otros entraríamos a la acción inmediatamente.
El equipo de informática facilitó un auricular a cada agente. Así, podríamos comunicarnos y escuchar las órdenes de la directora adjunta.
―Suerte. ―giré a ver a Smith.
―Cuídate, Lily.
Fui en dirección a la camioneta de mi superior. Dentro estaba William y los agentes a prueba que habíamos seleccionado. Tomé asiento. La adrenalina comenzaba a correr por mis venas. Observé el rostro de los novatos. Noté que William hacía lo mismo. Comprendimos la situación al instante. «No podíamos desaprovechar la oportunidad».
―¿Qué opinas, Davis? Esta vez ¿habrá sobrevivientes? ―preguntó el agente.
Aclaré la voz.
―Esperemos. Fue desastrosa la misión pasada. ―estudié brevemente a los nuevos. Si antes estaban nerviosos, ahora, parecían aterrados.
―¿Cómo olvidarlo? ―siguió―. Chicos, espero que se hayan despedido de sus seres queridos.
―No hablan en serio. ―Anderson intentaba parecer seguro de sí.
―Hablo muy en serio, novato ―afirmó William―. Uno nunca sabe que puede llegar a pasar. ―fingí acomodarme el chaleco para no reír.
―Agentes, es suficiente ―afirmó Hunt desde el lugar del acompañante.
William me guiñó un ojo. Asentí por lo bajo. Lo lamentaba por Jones y los demás aspirantes, pero Anderson sí que merecía un buen susto.
Luego de andar por varios minutos bajamos a cien metros de nuestro destino. Tal cual se había planeado. El barrio estaba abandonado o al menos esa era la sensación. Podía contar con los dedos de las manos las personas que había visto pasar. Algunos de ellos, al identificarnos, no dudaron en guardarse en sus casas.
Comenzamos a caminar algo agachados. Con el arma empuñada y a un paso firme, fuimos acercándonos al lugar. Hunt iba delante. Detrás de mí se encontraba el agente William acompañado de los cuatro agentes a prueba. Dos de ellos tenían la tarea de vigilar los alrededores. Cualquier movimiento debía ser informado de inmediato.
―Esperen. –Hunt extendió su brazo frenando mi paso.
La luz de la calle era inestable. El sonido de los vehículos que circulaban a unas calles podía oírse. «Todo está demasiado tranquilo». El dron nos sobrepasó y rodeó la casa en busca de algún movimiento. El dispositivo contaba con alta tecnología. Su sensor de calor podía detectar la temperatura corporal, lo que permitía determinar cuántas personas había en el lugar.
―Directora, espero su informe. –colocó su mano en el auricular para escuchar con atención―. ¿Vacío? Confirme, agente. –examiné el rostro de mi superior. Sus labios permanecían ligeramente entre abiertos―. Entendido. Adelante. –hizo una seña para posicionarnos.
En un pequeño trote nos repartimos para rodear la casa. Junto al agente al mando quedamos al frente. Debíamos ingresar por la puerta principal mientras que, los agentes entraban por la parte trasera. Connor Hunt subió cautelosamente las escaleras de madera del pórtico. Giré para cubrir su espalda. Estudié el ambiente. No había nadie a la vista. Ningún movimiento. Ningún sonido.
―Veo que recordó la práctica, agente. ―rodé los ojos. «¿No puede dejar de ser él, si quiera un momento?».
―No tengo alzhéimer, así que... sí.
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INFILTRADA: en el infierno. (En edición)
Roman d'amourMia Davis es una agente especial del FBI que no se ha destacado en su corta instancia en la agencia de Washington DC., sin embargo, un allanamiento nocturno logra cambiar el rumbo de su carrera al hacerla protagonista de una investigación de gran ca...