Capítulo 16.

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El día terminó y volví a casa para descansar, otro día que no había encontrado ninguna información decente. El miércoles comenzó y decidí que era tiempo de centrarme en Romano, aún debía investigar a la directora, empero, el tiempo apremiaba y mis sospechas se concentraban en el agente al mando.

Me serví la tercera taza de café de la mañana y volví a mi cubículo. Heather no estaba y Scott trabajaba en un nuevo caso, el secuestro de un periodista. Los agentes estaban ocupados y acelerados, las primeras 24 horas son esenciales para encontrar alguna pista sobre el paradero de los desaparecidos y por eso, no quise molestarlo.

- Agente Wagner -su superior, el agente al mando, Roosevelt, lo llamó y mi amigo lo siguió haciendo que quedara nuestra hilera de cubículos vacía. Mike estaba en su computadora escribiendo un informe y no quise importunarlo. Observé mi alrededor, necesitaba un agente masculino que pueda ayudarme a encontrar algo de Romano.

Leí nuevamente su expediente, su nombre en mayúsculas, Martin Romano, mi vista bajó a la información. Nacido en Sicilia, Italia, criado por una familia adoptiva estadounidense apellidada Jonhson. Por su parte, no se sabía absolutamente nada de los progenitores biológicos. Recibido en la Universidad George Washington y al igual que Hunt, especialista en negocios. Giré en mi silla, tal vez se habían conocido ahí, ¿Por eso se los ve tan unidos? ¿Y si ambos son los traidores? Miré el tablero, puede ser posible, más, no estaríamos hablando de los tres líderes mundiales, sino que uno de ellos lo es y el otro pertenece a la segunda línea, los líderes locales.

- ¿Quemando neuronas? –preguntaron detrás de mí. Giré en mi silla y vi a Joe Miller.

- Algo así –mi mente seguía ideando alguna forma de acercarme y obtener información de los agentes al mando.

- Estuve esperándote para bailar –se apoyó en mi escritorio haciendo que lo contemplara, sus brazos cruzados se veían más grandes. Era apuesto, sin duda, pero había algo que nos volvía incompatibles, no sabría decir que era, pero simplemente nos cansamos de intentarlo, a pesar de ello, lo dejamos en buenos términos.

- Me desmayé –comenté- Pensé que se sabía –su rostro cambió.

- ¿Qué?

- Si, al parecer fue el estrés –comenté sin hurgar demasiado en el tema.

- Carajo, no sabía, Mia –tocó mi frente y yo sonreí- ¿Estás bien?

- Si, ya pasó, vos ¿Cómo estás? Era muy linda la chica de la fiesta –lo codeé y él chasqueó la lengua.

- Yo bien, libre todavía –rodé los ojos, ahí estaba de nuevo- Creo que te haría bien salir, todo eso del estrés es preocupante –exageró- Deberíamos salir como antes –lo observé con atención.

- ¿Cómo antes?

- No me malinterpretes, como antes de ser pareja –medio asentí- ¿Te parece hoy a la noche?

- No sé, Joe, no quiero que...

- Como amigos, Mia, dale, no me hagas rogarte –mordí mi labio inferior ocultando la sonrisa. Joe era capaz de rogar y lo sabía, pero no lo iba a humillar. Lo cierto era que no quería salir y menos con él, las cosas podían terminar mal y el arrepentimiento es algo con lo que no puedo cargar fácilmente, no obstante, mi mente se iluminó.

- Sólo si vamos al Citrón –amaba ese lugar. Él asintió.

Mientras terminaba de arreglarme repasaba las preguntas que si o si haría y de las cuales no me iría sin obtener respuesta. Miller solía salir con los agentes al mando y eso era una ventaja evidente que no podía desperdiciar.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora