Capítulo 23.

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Observé la escena que brindaban los sujetos. 

– Voy a ser el último en salir -habló Tobías. Los supuestos rehenes comenzaron a salir lentamente, fingían bien, sus rostros reflejaban temor y angustia. Tobías me tomó forzadamente del brazo haciéndome presión- Si realmente nos ayudas, serán dos millones, agente -asentí con una sonrisa de compromiso. Los falsos asaltantes se quedaron a la espera.

– Debemos fingir un poco -comenté. Un rayo de esperanza surgió cuando mi mente se iluminó- Si caminas como si te hubieran golpeado va a dar más credibilidad -él asintió sin protestar y tomé su brazo para que rodeara mi cuello. Comenzamos a salir, él fingía ser cojo y yo ayudarlo. Mi mano se deslizó lenta y sigilosamente a su bolsillo derecho tocando el dispositivo, no podía tomarlo como si fuera cualquier elemento, el botón podía ser sensible. Con mi mirada volví a buscar a Hunt, tal vez podría decirle lo que pasaba con una simple seña.

– Huele bien, agente -habló en mi oído.

– Tal vez podríamos encontrarnos en otra ocasión -susurré y aproveché la distracción para tomar el dispositivo lentamente, era cuadrado y delgado. Levanté mi vista, él no lo había notado y decidí actuar ya. Los colegas recibían a los asaltantes y le ofrecían atención médica. Mis manos sudaban por la tensión, debía actuar ya.

Ahora no me importaba ser discreta, tomé el arma rápidamente y lo encañoné en silencio.

- Decís algo y te juro que la que te llena de plomo, soy yo.

– Maldita –susurró con ira. Continué el camino que se volvió largo e incierto. Visualicé a Hunt, él me observaba con atención, tenía que aprovechar este momento. Los asaltantes ya se encontraban repartidos en las ambulancias y si actuaba debía hacerlo estratégicamente. Le hice una seña con la cabeza para que se acercara a nosotros y él comprendió. 

Tomé aire, durante todo el trayecto apenas había respirado. Acerqué al supuesto rehén a una ambulancia y Hunt llegó al lugar con seriedad, coloqué la pistola 9 milímetros en mi cadera.

– Señor, estamos en problemas -afirmé. Senté bruscamente al asaltante- Los liberados son los criminales –largué. Hunt miró al sujeto que mantenía la cabeza algo agachada- Ahora le toca improvisar a usted.

Connor me analizó por un momento y luego se fue de allí dejándome a solas con la mente maestra. Tobías me miraba con odio mientras un paramédico lo revisaba. Pedí a un especialista en materiales explosivos y le entregué el control de los explosivos C-4. Volví a mirar al detenido.

– Me gusta el dinero -hablé- No te mentí en eso -sonreí- Pero el FBI no paga tan mal y en eso si te mentí –lo esposé y lo até a la ambulancia, quería largarme de su entorno. Asco era lo que había sentido por él todo el maldito tiempo.

– ¡Puta! ¡Me las vas a pagar! -gritó el ex líder. Giré sobre mis talones y noté que mis colegas me observaban, se suponía que Tobías era una víctima y no un asaltante.

– No te equivoques, él que las va a pagar sos vos y precisamente en la cárcel, idiota –cerré la puerta de la ambulancia y continúe mis pasos hacia Violet. Estaba hablando por la radio, parecía dar indicaciones para sacar a los rehenes, al llegar me recibió con una especie de sonrisa.

– Excelente estrategia, agente –miré detrás de ella, Hunt, Pearson y otros agentes tenían esposados a cinco de los asaltantes y más allá habían dos aprisionados contra el suelo de la calle, imagino que queriendo escapar los taclearon. Faltaba uno, comencé a observar a mí alrededor ¿Dónde está?

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora