Capítulo 25.

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El sonido del mar era envolvente y ello ayudaba a que mi mente divagara entre mil pensamientos. 

– ¿Mia? -hablaron detrás mío. Giré a ver y el sol me encegueció por un momento hasta que reconocí a mi amigo de la preparatoria. Sonreí y me puse de pie.

– Alan Fox ¿Quién lo diría? -el rubio con un gran bronceado se acercó a abrazarme.

– Estas... -me observó de arriba abajo- Hermosa -mis mejillas se encendieron. Alan era el típico chico popular, a este muchacho le caían las chicas como la lluvia, sin embargo, jamás se había fijado en mí ya que éramos muy buenos amigos. Hunt parecía ver el mar.

– Vos seguís igual -comenté.

– ¿Qué haces por acá? ¿Volviste? Tu mamá me dijo que trabajas en el FBI -chocó su puño en mi brazo como solía hacerlo de adolescente, lo tomé y se lo giré logrando que se retorciera del dolor, él soltó un quejido y Hunt sonrió.

– Te dijo bien -lo solté y Alan comenzó a reír.

– Diablos Davis, no perdiste lo ruda -rodé los ojos.

– ¿Por eso nunca te fijaste en mí? ¿No podías intimidarme? -bromeé.

– Siempre fuiste perfecta, no me hubieras dado ni la hora -reí. Pase tres años enamorada de él y ahora me vengo a enterar que le parecía perfecta. Así de bien me iba en el amor.

Alan tocó su brazo, tal vez había exagerado con el retorcijón.

– ¿Vos qué haces? ¿Qué fue de tu vida?

– Me recibí de contador –abrí grandemente los ojos- Si, pero cuando comencé a ejercer lo dejé, no era lo mío -hizo una pausa- ¿No me vas a presentar o qué?

– Alan, Connor -presenté. Hunt apenas lo miró, estaba en su modo desagradable.

– ¿Es tu novio? –tomé aire.

– Un compañero del trabajo -respondí. Alan lo observó por un momento y volvió su vista a mí.

– ¿Entonces te quedas en Coney? Podríamos salir a tomar algo.

– Hoy no puedo, pero mañana con gusto.

– Excelente, sé dónde vivís así que paso por vos a las 7 ¿Esta bien? -asentí. Se acercó a besar mi mejilla y se fue con su tabla de surf. Volví a sentarme, Hunt tenía sus lentes puestos y yo decidí ver como Alan domaba las olas. Me concentré en lo que hacía el chico popular, hoy no había viento, por ende, la marea estaba planchada y no podía lucirse, no obstante, sabía que era bueno surfeando ya que lo había visto en varias competiciones de verano.

– Un surfista prometedor –habló irónicamente Hunt. Rodé los ojos. Luego de ver que el espectáculo era común y corriente decidí tomar mis cosas para volver a casa. Seguía odiándome por lo de ayer, mis sentimientos me estaban traicionando y saber que Hunt estaba a mi lado sin remera, no me dejaba tranquila. Debía olvidarlo y esta no era la mejor forma. Me puse de pie y Connor levantó la mirada, mis ojos chocaron con los suyos.

– Habría que volver, señor -tomé mi vestido y me lo puse a la cintura en una especie de falda, agarré mi bolso y comencé a caminar no importándome si venía o no. Subí a la camioneta y prendí la radio, el volumen estaba algo alto, debía pensar en otra cosa que no sea el hombre que venía sin remera hasta el auto. Apoyé mi brazo en la ventana y cubrí mis labios al recordar su cercanía.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora