Capítulo 37.

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24 horas antes del ingreso a la Penitenciaria.

A duras penas logré cerrar mis ojos en toda la noche. La ansiedad, el miedo, la preocupación y el dolor me invadieron haciendo de mí una persona con insomnio. No podía creer que mañana estaría en la Penitenciaria, por más que lo intentaba no lograba dimensionar lo que realmente implicaba ser una infiltrada. Me haría pasar por una criminal para encontrar a un criminal de verdad y por ello, las incógnitas eran varias.

¿Voy a sobrevivir? ¿Voy a encontrar al traidor? ¿Voy a poder ayudar a mi familia y amigos en lo que necesiten? ¿Podré olvidar a Hunt? Las preguntas eran tantas que ni si quiera podía tener la mente en blanco.

Mamá dormía a mi lado y no dudé en ponerme de pie cuando el primer rayo de luz entró al cuarto. Con pasos silenciosos entré a mi habitación y tomé un conjunto deportivo, iría a correr, quería provechar las últimas horas de libertad.

El parque de Rock Creek estaba deslumbrante, el día de hoy estaba nublado y había un gran porcentaje de probabilidad de lluvia, sin embargo, no desperdiciaría un minuto de este día. Mi reloj marcaba las seis de la mañana y yo comenzaba a correr por los caminos asfaltados del parque. Los arboles desprendían el aroma a naturaleza y la humedad del ambiente hacían que traspirara más de lo habitual, aun así no dejé de correr, necesitaba quemar la energía, las preocupaciones y el dolor.

Todo pasaba tan rápido y sin piedad que no podía si quiera digerir lo que ocurría. Sabía que no había vuelta atrás empero no estaba preparada para dejar mi vida y sobre todo, no estaba preparada para perderla.

Mis piernas y abdomen comenzaron a quemar, necesitaba parar. Miré mi reloj algo confundida ¿Cómo puedo estar cansada? Joder, había corrido una hora y estaba tan metida en mis problemas que no lo había notado. Comencé a caminar para aligerar mi respiración, observé el lugar y guardé este momento. Me gustaba la soledad y estos momentos íntimos conmigo misma.

A las 8 am debía estar en la agencia y por ello comencé a caminar hacia allí pero no sin antes comprar algo para el desayuno. Pasé a mi lugar favorito, el Café du Parc, éste quedaba a tan sólo a unas cuadras de la central. Pedí un café, por supuesto y una dona rellena con crema y cerezas para llevar.

De camino a la agencia observé la tranquilidad de una mañana de domingo en Washington D.C. Tomé mi café y no perdí el tiempo, terminé la dona antes de llegar a la central. Ni rastro había quedado de mi desayuno para cuando llegué a la central.

Saludé a Adam.

- ¿Cómo está, agente? ¿Madrugando el domingo? –sonreí.

- Muy bien y ¿usted?

- Cumpliendo con el deber –asentí y seguí.

Tomé el ascensor con mi tarjeta y subí al segundo piso directo a las duchas. Dejé que el agua recorriera completamente mi cuerpo llevándose todo el sudor y esfuerzo. Salí de allí, me puse crema y me perfumé para luego colocarme las únicas prendas de ropa que tenía disponibles en mi casillero, mi conjunto de redada, el pantalón cargo beige y mi remera azul con letras amarillas del FBI.

Tomé el ascensor y bajé al piso 1, las oficinas estaban ocupadas empero el ritmo que se llevaba era más tranquilo que un día de semana común y corriente. Observé mi cubículo y tomé todas mis pertenencias, mis agendas, los expedientes, las imágenes de las pruebas, mi pluma de la suerte y demás, dejé todo limpio y ordenado, la imagen me recordó a mi primer día como agente especial.

La única agente que conocía en ese entonces, era a Lily Smith, ambas habíamos sido transferidas de New York. Recuerdo que nadie nos había querido decir como era el sistema dentro de la agencia, era una cuestión de prueba y error. A las horas comprendimos que teníamos un cubículo para cada una y fue cuestión de tiempo encontrar los nuestros, desafortunadamente en ese momento nuestros cubículos no coincidían pero así fue como conocí a mis amigos. Scott y Heather también eran nuevos y se encontraban tan desorientados como yo.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora