Capítulo 30.

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Tomé aire y comencé a caminar hasta el auto. Él espero a que me acercara y abrió la puerta de su deportivo, el auto era una maravilla y moría por probar mi pie en el acelerador. Detuve mi paso antes de entrar al auto y giré a verlo.

- Ya que la cena la invito yo ¿Me dejaría conducir al pequeño? –miré a mi superior, él lo pensó por un momento y aproveché para detallar su rostro. Era jodidamente perfecto.

- Un rayón y no vive para contarlo –dejó las llaves en mi mano y rodeé el auto sin ocultar mi sonrisa. Me adentré al auto y toqué los controles de las luces, música y demás, desde la primera vez que subí tuve la necesidad de saber cómo sería conducir tal belleza.

- Lo envidio -confesé. Sentí la mirada de él mientras me colocaba el cinturón de seguridad- Agárrese bien –advertí. Mis manos se deslizaron por la caja de cambio no sin antes probar el rugido del automotor, dos rugidos fueron suficientes para mí. Me adentré a la calle, debía acostumbrarme a la sensibilidad del volante y de los pedales, no se parecía en nada a la Ranger de mi mamá. Con la camioneta prácticamente tenía que cargarme en el volante para doblar en alguna dirección- Mi papá estaría llorando de la emoción –solté, mi superior río.

- ¿Cómo le fue en su capacitación?

- Bien, mi mentor es una caja de sorpresas –comenté, él no respondió y yo apenas lo miré mientras conducía- Estuve pensando en algo –tomé aire- Si en esta semana lográramos encontrar al culpable...

- Sí, yo también lo pensé –interrumpió- Por eso empecé una investigación más exhaustiva esta mañana.

- ¿Qué tipo de investigación?

- Interrogatorios –contuve el impulso de clavar los frenos.

- ¿Interrogatorios? Está perdiendo el tiempo.

- Eso depende de qué tipo de interrogatorio.

- ¿De qué habla? –pregunté preocupada. Él quedó en silencio, haciendo que mi mente divagara en diferentes escenarios- ¡¿Está haciendo interrogatorios ilegales?! –no pude mirarlo ya que estaba estacionando enfrente del restaurant.

- No tiene de qué preocuparse –iba a hablar y él siguió- No quiero que hablemos del trabajo esta noche –anunció.

- Convenientemente –respondí ocultando una sonrisa. Sabía que los interrogatorios ilegales suelen ser un arma de doble filo, si nuestros superiores se enteraran podrían destituirlo del cargo, a pesar de ello, saber que él estaba dispuesto a perder su título por evitar que fuera a la cárcel elevaba mi ego. Bajé del extraordinario auto y lo rodeé para darle las llaves a su dueño- Sano y salvo –sonreí y él devolvió la sonrisa. 

Entramos al restaurant y observé las mesas repletas de personas, joder, no parecía haber una libre y yo confiada como siempre, no había hecho ninguna reserva. Miré a Hunt, él hablaba con el señor de la recepción.

- Su mesa está por acá –el recepcionista nos hizo seguirlo. Durante el trayecto sentí la mirada de algunas personas, imaginé que mi superior se estaba ganando las miradas femeninas y yo el odio de todas ellas. El señor nos ubicó en una mesa vacía y perfectamente preparada, era un espacio grande, podían sentarse ocho personas tranquilamente, sin embargo, la mesa sólo tenía dos asientos, uno enfrente del otro ¿Hunt había hecho una reserva? El recepcionista movió una silla para que yo me sentara, acto seguido me senté y me acomodé, Hunt se sentó en frente- La carta –ofreció una para cada uno.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora