Capítulo 54.

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Sentía que mi cabeza se partiría en cualquier momento y por ello, no tardé en ponerme en pie. Mi visión estaba algo borrosa y apostaría a que se debía a la cantidad de alcohol que había tomado. Salí de la sala esquivando a Lea quien me observaba para luego esquivar a los invitados que reían con euforia y a aquellos que bailaban con sus parejas.

Salí al gran jardín y sin importarme qué pensarían los invitados me quité los zapatos y comencé a correr en el pasto. El vestido no me permitía moverme con normalidad empero no dejaría de correr, necesitaba un momento de tranquilidad. Llegué a un árbol y puse una mano en el tronco de éste. Mi respiración se encontraba inestable.

Extraño mi vida, extraño a mi familia, a mis amigos.

Necesito volver a mi vida, necesito dejar de sentir lo que siento por Hunt. No le importo.

Mi pecho comenzó a subir y bajar descontroladamente, apenas lograba respirar. Mi garganta se cerró y tuve que cerrar mis ojos para contener mis lágrimas a raya.

Tengo que ser fuerte.

Y entre pensamientos que pretendían animarme y preguntas como ¿No merezco ser feliz? ¿Por qué la vida se encarga de hacerme daño cada que puede? Golpeé el árbol y me quejé del dolor.

¡Mierda!

-Mia –hablaron haciendo que mi corazón diera un vuelco.

-No quiero escucharte.

-Dejame explicarte –pidió. Escuché sus pasos acercarse a mí y tomé aire para mantener la compostura- Estábamos por arrestarlo –comenzó.

-No me interesa Dupont –largué. Giré sobre mis talones y lo enfrenté- Terminemos esto de una maldita vez –se irguió en el lugar haciendo que tuviera que alzar mi mentón para verlo a los ojos.

-¿Qué es lo que queres de mí? –interrogó. Sonreí con amargura.

-¿Tengo que decirlo? –observé su rostro esperando que estuviera bromeando, ¿realmente me preguntaba que quería? ¿tenía que hacerle un mapa también? Al corroborar que seguía en la misma postura no pude evitar sentir una punzada de decepción. Otra vez.

Miré hacia un costado, la iluminación apenas llegaba a este lugar.

-Nada –largué- No quiero nada –mis ojos se posaron en los suyos.

-¿Nada? Mia, hace tres horas no decías lo mismo –contestó con descaro. La ira me tomó por completo y tuve que contener el impulso de molerlo a golpes.

-Sería mejor que ceda su puesto de abogado a otro agente, señor –aconsejé- Si no lo hace, yo misma me voy a encargar de hacerle saber a Preacher lo que pasó entre... nosotros –aseguré. Connor sonrió con amargura.

-¿Estás hablando en serio? ¿Eso es lo que queres? –se acercó haciendo que temiera echar a perder mi decisión- Es lo más estúpido que te escuché decir.

Tomé distancia y pasando a su lado comencé a caminar. No me quedaría a perder más tiempo, no con alguien que sólo me había usado. Aunque intentaba ser fuerte debía reconocer que me dolía, me dolía quererlo y me dolía su falta de interés. Mis ojos volvieron a ver borroso, esta vez eran las lágrimas que contenía.

Sus pasos parecían seguir los míos, pero estaba determinada a continuar por mi camino.

- ¿Quién lo iba a decir? Mia Davis, valiente para infiltrarse en una cárcel de máxima seguridad pero una cobarde para hacerse cargo de sus palabras –giré a verlo.

-¿Yo soy la cobarde? –pregunté al borde de las lágrimas- ¿Qué se supone que hiciste para considerarte valiente? –me acerqué a él- ¿Besarme? ¿Acostarte conmigo? –Hunt bajó sus ojos a mis labios y mi cuerpo se impulsó a sus labios, sin embargo, me detuve inmediatamente.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora