Capítulo 63.

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Una semana del egreso de la Penitenciaria.

Sin nuevas noticias.

-¡Mia, teléfono! –llamó mamá desde la cocina. Estaba acostada en el sillón frente al televisor. Fingía que lo veía pero mi mente se encontraba pérdida creando teorías de dónde carajos podría estar. Tomé asiento rápidamente. Por un segundo imaginé que podría ser él y un leve sentimiento de esperanza cumplimentado con odio, afloró en mí. Arrastré mis pies hasta el lugar y contesté sin ver.

-¿Hola? –hablé agitada.

-Agente Davis –la inconfundible voz del director adjunto logró esfumar toda idiotez- Lamento interrumpir sus días de descanso pero debo comunicarle que la fecha de su ascenso está programada para el día de mañana a las 8 am.

Abrí mi boca. No podía creer lo que mis oídos escuchaban.

-Señor, yo... -me alejé de la cocina, no quería que mi madre oyera. Cerré la puerta de mi habitación y observé la cama, la misma que había compartido con el traidor- Usted sabe que no lo merezco.

-Mañana a las 8 am, agente.

La llamada finalizó abruptamente y bajé mi teléfono confundida. Observé el lugar por un momento.

-¿Cuándo te diste cuenta?

-¿Cuándo me di cuenta de qué? –repitió confuso.

-Que no podías vivir sin mí –largué divertida, él rio y observé como mordía su labio- ¿Cuándo? –insistí.

Él me observó con los dejes de esa sonrisa.

-En tu cumpleaños –confesó. Medio me incorporé quedando a la misma altura que él, quien se encontraba reposado sobre uno de sus brazos. La cama se hundió ligeramente.

-Creo que ambos lo descubrimos ese día –comenté esperanzada.

-Aunque esa noche fue la peor de todas –mi sonrisa se desvaneció.

-¿Qué?

-Sí, te observé dormir casi toda la noche –mis mejillas se encendieron.

-¿Por qué hiciste eso? –pregunté avergonzada. Él sonrió.

-Porque era lo único que podía hacer –medio reí y Connor se acercó haciendo que la distancia fuera mínima- Pero agradezco que esos tiempos hayan cambiado.

Recordaba ese día y el dolor punzante hizo que saliera de allí. Debía olvidarlo o su memoria me mataría.

-¿Quién era? –preguntó curiosa mi madre.

-El director adjunto.

-Y ¿Qué quería? –mis ojos se posaron en ella.

-Notificarme mi condecoración.

El viaje a Washington D.C. fue lleno de expectativas, miedos y nerviosismos. Sabía que no merecía esa medalla, ese título, ese puesto. Pero aún más, sabía que no estaba lista para volver y enfrentar mi realidad. La agencia sin el agente al mando y mi nuevo puesto.

Había sido brutalmente engañada. Me había enamorado de un narco. Había perdido personas, momentos y tiempo en el infierno, únicamente para enterarme que el responsable había estado enfrente de mí.

Él, en mi cama y yo, en la suya.

Mis amigos esperaban orgullosos en el Aeropuerto y mi madre no había parado de sonreír desde la llamada del director adjunto.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora