Capítulo 44.

98 3 1
                                    

Luego de tomar dos analgésicos y la respectiva aplicación de la crema volví a ignorar el reflejo del espejo. Ésta no era yo.

Salí de allí con el estómago lleno de una taza de café que la enfermera no se resistió a darme. ¡Bendita cafeína!

Caminé hasta la biblioteca al recordar que Nancy tal vez estaría allí. Entré y la visualicé entre las mesas, leía el mismo libro de la otra vez. Intenté recorrer los estantes y encontrar algo para entretenerme, sin embargo, noté que en este lugar no encontraría nada de lo que necesitaba y que por ello, debía dejar la comodidad a un lado e ir a la cueva del lobo. El patio.

Me dirigí al patio y observé como la luz del día nublado iluminaba el espacio. No había diferencias en cuanto a los grupos que había notado en mi primer día, algunas jugaban a la pelota, otras hacían gimnasia y las demás parecían charlar. Visualicé a Regina y a su grupo, ella estaba sentada arriba de la mesa y las demás sobre las sillas fijas. Más allá de su traje gris y el aspecto deteriorado de sus amigas, ella parecía ser una reina y ellas sus súbditos. Tomé asiento en una mesa vacía y admiré los movimientos de las reclusas.

Había un grupo algo dark, fumaban algo y corrí mi vista cuando una de ellas clavó sus ojos en mí. El siguiente grupo las clasificaría como las deportivas, dentro de ellas estaban las que jugaban y las que mantenían sus cuerpos sudados por el ejercicio.

Como extraño hacer ejercicio.

Mi mente divagó en un futuro no muy lejano, tal vez podría hacer algo de gimnasia más adelante, eso me mantendría activa y fuerte. Mi vista siguió hacia un grupo de mujeres tranquilas y de aspecto pacífico para luego caer nuevamente en la tribu animal liderada por Regina. Ella mantenía una expresión divertida al hablar de vaya saber qué, desde acá no podía oír nada, sin embargo, me esforzaba por leer sus labios. Tarea que fue en vano cuando mi atención se desvaneció al ser bloqueada por un uniforme azul.

- ¿Aburrida? –preguntó la carcelera Marie. No respondí- ¿Los golpes te dejaron sorda? -ella río para luego irse a la mesa de Regina. ¿Qué problema tenía conmigo? Decidí volver a mi celda y bajar a la hora de la comida. Nancy se esforzaba por hacernos hablar y tanto Payton como yo nos rehusábamos a ello, por mi parte, necesitaba pensar como haría para conseguir información sobre el director.

El día transcurrió en un intento de combatir mi inquietud, no me gustaba estar en un solo lugar y por ello de vez en cuando salía a caminar y a observar las celdas.

Tenía que tomar un trabajo pero no sabía cuál era el que más me convenía. ¿Las que nos dan ropa de cama limpia? ¿Las que son ayudantes de cocina? ¿Las que limpian? Mi mente se inclinaba por las primeras dos, esas me permitirían escuchar a las reclusas empero no podía asegurar que me permitirían acercarme al director.

Preacher había dicho que Dupont solía hacer un recorrido antes de salir de la Penitenciaria con destino a su casa y eso me permitía inclinarme a la idea de ser ayudante de cocina ya que si lograba quedarme un poco más tarde que las demás podría, tal vez, verlo o cruzarlo en el pasillo. Bajé las escaleras antes de que fuera la hora del baño, iría a la cocina a buscar trabajo.

- ¿Blair? –giré a ver a la guardia Halsey.

- Hola –saludé. Ella se acercó en su uniforme con una sonrisa.

- Te veo mejor, ¿Cómo has estado? –preguntó amablemente.

- Bien, gracias por preguntar –miré hacia el comedor y observé el par de puertas que había notado se abrían para repartir la comida- ¿Esa es la cocina?

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora