Capítulo 14.

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– ¿Qué hago acá? -pregunté. Hunt levantó la vista y me observó lentamente de arriba a abajo. Carajo. El camisón podía ser más lindo que todo mi guardarropa junto pero no era más que eso, un camisón de dormir. Crucé mis brazos para ocultar mi pecho.

– ¿Cómo se siente?

– Bien, pero quiero saber que hago acá y qué pasó anoche -comencé a caminar hacia la mesa, había captado el aroma al café. Necesito cafeína. Mi superior no quitaba la vista de mí y yo seguía en mi camino a tomar una taza y cargarla de café. Él se adelantó y tomó la jarra acercándola a su lado- Quiero servirme café.

– No puede -negó.

– ¿Qué hago acá y qué me pasó? –insistí al notar que no podría acercarme a la bebida.

– Se desmayó anoche, el médico dijo que debía hacer reposo y por eso, decidí junto a sus amigos que lo mejor era que se quedara acá.

– ¿Qué pasó con Heather y con Scott? ¿Saben que estoy bien? -asintió- Necesito que me explique más, ¿Cómo puede ser que me desmaye así de la nada? Estaba a punto de encontrar algo importante –sentí un poco de mareo- ¡Todo esto fue por nada! -comencé a caminar de acá para allá- Yo... Yo jamás me desmayé ¡¿Por qué justo anoche?! -exploté.

– No sirve de nada que se altere –cerró la portátil- Lo importante es que usted está bien, estoy seguro que vamos a poder encontrar al sujeto.

– ¡Me drogaron! –exclamé, era la única explicación posible- ¿Cómo hago para estar tranquila?

– El doctor dijo que podía ser el estrés.

– No me interesa que dijo alguien que me prohibió el café -di grandes pasos hacia el café. A mí no me van a decir que puedo y que no puedo tomar. Hunt previó mi intención y la volvió a alejar- Quiero tomar, solo un poco -me acerqué a él y estiré mi brazo para alcanzar la jarra que alzaba. Él sonreía y yo pegaba manotazos en vano.

– Estoy empezando a creer que tiene una adicción por el café, tal vez la anote en tomadores de café anónimos -lo fulminé con la mirada y me acerqué más, estaba vez sentía la cercanía de su cuerpo, no pude evitar sentir la electricidad que ello implicaba, sin embargo, no le di importancia cuando alcancé la jarra. Justo cuando pensé que la tenía, él se puso de pie haciendo que mi impulso me hiciera tambalear, me sostuve de su brazo para estabilizarme. Él bajó su brazo con la jarra dejándola en la mesa y me acorraló entre la mesa y su cuerpo. Sus dos manos estaban sobre la mesa y estaba ligeramente inclinado haciendo que la distancia de nuestros rostros sea mínima- Tiene prohibido el café - habló. Su mirada se clavó en mis labios y yo sentí como mis mejillas se encendían. La respiración se aceleró y la mente se me puso en blanco, lo único que podía deducir era que quería besarlo y ¡Cómo! Instintivamente observé sus labios, quería hacerlo. No puedo. Si puedo. No puedo. Mi fuerza de voluntad era casi nula ¿Qué estoy haciendo?

– ¿Mi celular dónde está? –logré preguntar. La sensación que me invadía me estaba acalorando.

– La agente Green lo dejó en su cuarto –él no se movía y yo no sabía cómo salir de allí.

– Uno, no es mi cuarto y dos, no estaba, yo lo busqué -afirmé. Miré la jarra ya no me causaba la misma necesidad que antes, ahora quería otra cosa- Tengo que cambiarme, permiso –pedí. Él observó el escote de mi camisón haciendo que yo tragara saliva. Él corrió su brazo y no dudé en alejarme. No podía seguir actuando así, no por un hombre cualquiera, yo valoro mi trabajo por sobre todo y ni loca me arriesgaría a perderlo por un estúpido deseo transitorio. Esto debía algo pasajero y me aseguraría de eso.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora