Capítulo 9.

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Heather esperaba alguna reacción y yo intentaba saber que significaba que ella estuviera en la investigación.

- ¿Sabías? –su tono de voz volvió a ser normal.

- Sí, pero no quiero hablar de eso –la ira me estaba consumiendo ¿En qué me equivoqué? ¿Qué hice para que me sacara de esta forma? ¿Será por la situación incómoda de anoche?

Mi día transcurrió con aparente normalidad, no podía parar de pensar en que no sabía dónde me dejaba el hecho de que Heather estuviera en la investigación. Es mi amiga y obviamente quiero todo lo mejor para ella, sin embargo, este caso era mío y estaba comprometida totalmente. Me dispuse a irme, se habían hecho las 6 pm., y ya no tenía cabeza para pensar. Tome un taxi de regreso a casa y llegué a dormir.

El martes comenzó y como la rutina lo demandaba hice gimnasia, me bañé y fui a trabajar. Durante la mañana no vi señales de Hunt, al punto que no sabía con exactitud si se encontraba o no en la central. Por su parte, Heather iba y venía y yo no podía evitar sentirme incómoda.

Los días pasaron y casi se volvían repetitivos, mi investigación estaba estancada y los cabos seguían sueltos. Hunt no me determinaba y yo a él tampoco. Aunque esperé por días alguna justificación al respecto, la distancia era buena para mí y me resigné a pensar que era mejor así.

Por otro lado, las salidas con Heather y Scott disminuyeron ya que ellos casi no se hablaban, me di cuenta que yo hacía un mal tercio y decidí dejar los encuentros para otro momento, así aproveché para insertarme de lleno en la investigación.

Lunes, día nuevo, semana nueva, comencé con mis ejercicios, tomé una ducha y me vestí para ir a la oficina. Adam, el guardia de la entrada, me recibió con las noticias del día, al parecer la oficina de New York había detenido a un narcotraficante importante, más no era la persona que buscábamos nosotros. Tomé el ascensor y me adentré a las oficinas, la jornada concurrió con normalidad, sin embargo, tuve que permanecer hasta tarde debido a un nuevo movimiento en nuestra ciudad.

Un camión de transporte de productos congelados, con placa inexistente, se movía dentro de Washington hacia días. Nuestros profesionales de vigilancia, aquellos que son los ojos y oídos del FBI en los lugares más recónditos, nos habían informado del extraño movimiento. Había pasado toda la tarde junto a Smith intentando seguir el rastro del camión. Nuestro sistema nos permitió observar que cada día se alojaba en una parte del estado distinta, por la noche viajaba y por el día se detenía. Por el momento no representaba un peligro, empero, debíamos prestar atención.

Una carpeta se me cayó y me agaché a tomarla, los papales se habían esparcido y por ello fui tomando uno por uno. La voz de Hunt me hizo erguirme en mi lugar acomodando rápidamente los papeles, hablaba con el agente Romano, el italiano. No parecían hablar de trabajo, las risas eran más de complicidad que otra cosa. Vi como salían de la oficina y observé mi alrededor notando que los agentes especiales estaban en lo suyo.

Me puse en pie y tomé unas carpetas para luego caminar normalmente hasta la oficina de mi superior. Quería saber que avances habían de la investigación, a Heather no le había podido sacar información y mi superior no me daba ni la hora, me encontraba trabajando totalmente sola y sin saber a ciencia cierta si seguía en el caso. Entré a la oficina y corroboré que nadie me hubiera visto, dejé las carpetas que usé como fachada y comencé a buscar las carpetas de su investigación.

Revolví los cajones hasta encontrar algo que llamó mi atención, una carpeta de color amarillo que no se parecía en cada a nuestros documentos y expedientes. Lo abrí rápidamente y observé la serie de fotos. En uno de ellas se podía ver a Violet Rodríguez, la directora adjunta, hablando con un sujeto que ocultaba su rostro con anteojos y un sombrero; otra de ella en un callejón extraño y una más de la directora intercambiando un sobre por otro en el centro comercial.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora