Capítulo 49.

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Nuevamente en la zona a la que correspondía, me dirigí a la biblioteca ya que aún no era tiempo de almorzar y luego de mi escena con las reclusas no tenía la suficiente valentía de hacerles frente. Hunt me había dado información para lograr acercarme a Regina pero todo eso se sustentaba en que yo siguiera fingiendo abstinencia por lo que debería volverme más apegada a mi papel, el papel que tanto ensayé con Calvin González.

La biblioteca estaba casi vacía, habían muy pocas reclusas y la mayoría pertenecían al grupo de las amables algo que se volvía agradable de ver. La bibliotecaria no estaba en su lugar y comencé a caminar entre las repisas para elegir algún libro, intentaría encontrar algo de Harry Potter, en su momento había sido una verdadera potterhead.

Mis dedos recorrían los diferentes relieves, texturas y grosor de los más variados escritos. Para mi desgracia no había nada de J.K. Rowling.

-Faltarían ejemplares de historia –una voz masculina llamó mi atención haciendo que el libro que recién había tomado quedara entre mis manos.

-Sí, aunque no lo quiero ofender debe saber que las reclusas no suelen ser afines a la lectura y mucho menos a la historia, señor –los pasos se acercaban al pasillo donde yo me encontraba y por ello, decidí girar sobre mis talones y darle la espalda. Hoy no tenía ganas de seguir lidiando con errores.

-Tal vez tenga razón, pero estaría mucho más tranquilo sabiendo que hay información enriquecedora dentro de estas paredes –aseguró el director de la Penitenciaria. Cédric Dupont un historiador que jamás ejerció su profesión pero que al parecer sigue hipnotizado por la historia.

-Es su decisión, señor –contestó la mujer. Los pasos se detuvieron y rogué que no me haya reconocido.

-¿Podría decirme exactamente cuántas reclusas suelen venir a la biblioteca? –preguntó.

-Normalmente unas quince y cuando están inspiradas llegamos a unas veinticinco, aunque las cifras no son sorprendentes, no cuando hay un gran porcentaje de mujeres que jamás tocaron este suelo.

-Entiendo –respondió Dupont aun cerca- Señorita –habló- Señorita –insistió. ¿Me habla a mí? Giré confundida y noté que la bibliotecaria me observaba con atención, miré al director quien hoy lucía un pantalón de vestir gris oscuro y una camisa blanca algo más desenfadada que de costumbre, tenía dos botones sin cerrar y debía confesar que se veía más atractivo.

Aclaré mi voz e intenté mantener la calma, desde el viernes que no lo veía.

-Señor, disculpe, no lo había escuchado –él bajó su mirada a mis manos y leyó el libro. "Doyle Brunson: Super/System", un libro de estrategias de póker, ni siquiera sabía por qué lo tomé, simplemente me pareció que podía matar el tiempo.

-¿Usted qué opina? –preguntó poniendo sus manos en los bolsillos- ¿Por qué cree usted que las reclusas no se interesan en la lectura? –lo miré confundida. ¿Qué se yo?

-Imagino que no todos saben apreciarla –largué- Así como la mayoría, antes de estar acá no apreciábamos la libertad –la señora rio y el director me observó atento.

-No sabía que eras tan simpática –apenas le sonreí y miré al director.

-¿Qué haría para fomentar el aprecio por la lectura? –preguntó curioso.

-¿Se puede fomentar o lo que sería lo mismo, obligar el aprecio por algo o alguien? –retruqué- ¿A usted le gustaría que lo obliguen a hacer algo que no le gusta? O ¿Le gustaría que le digan qué hacer con su tiempo? Lo dudo y por ello creo que lo más sensato es no forzarlo, señor –agregué. Él medio sonrió y dejé el libro en su lugar, no tentaría al diablo.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora