Capítulo 52.

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Sin trabajo en la cocina o como reponedora y sin estar dentro del grupo de Regina, todo parecía ir en retroceso algo con lo que no podía lidiar ni aceptar. Me puse en pie, tenía que hacer algo. Si no tenía ni el pan, ni la torta, al menos me quedaría con el plato.

Bajé nuevamente las escaleras y luego de caminar por el gran comedor empujé la gran puerta del pasillo para mirar los teléfonos por unos segundos. Aún no podía creer que Scott y Heather habían vuelto.

Seguí de largo y me adentré a la biblioteca, mi voluntariado también había finalizado allí y eso me dejaba muy pocas opciones, por no decir, prácticamente ninguna. Entré a la biblioteca y como siempre, la sala parecía casi vacía exceptuando por tres o cuatro reclusas, entre ellas, Nancy.

Visualicé a la bibliotecaria y caminé decidida hasta ella. La señora ordenaba unos libros en uno de los estantes.

-Buenos días –saludé. Ella apenas me determinó- Olvidé decirle que el alcaide pidió un libro –largué.

Su cuello rotó más de 180 grados cuando mencioné al director. Tenía la leve sospecha de que la mujer sentía atracción por el alcaide. No podía culparla, él era guapo y tenía algo en su forma de ser que era sorprendentemente intrigante.

-¿Así? ¿Qué libro solicitó? –aclaré mi voz.

-El libro de estrategias de póker –respondí.

-Gracias por avisar –giró para volver a acomodar los libros a lo que me mantuve a la espera- ¿Necesita algo más? –preguntó sin mirarme.

-Él pidió que se lo llevara yo... -nuevamente su cuello volvió a rotar de forma casi sobrenatural. Ella sonrió.

-No creo que le moleste que se lo lleve personalmente –comentó- Soy la bibliotecaria –volvió su vista a los libros.

-Señora, el alcaide fue muy claro al decir que se lo llevara yo, no sería buena idea que...

-Ya entendí –largó molesta para luego clavar sus ojos en los míos- Busca el libro y llévalo, no quiero volver a escucharte –volteó para ignorarme y aunque su declaración me disgusto preferí ignorarla, ahora debía llegar al tercer piso sin una invitación.

Busqué el dichoso libro y salí de allí, subí las escaleras encontrándome en el segundo piso. Llegué al fondo del piso y observé la puerta enrejada que sólo se abría con autorización. Miré a mis alrededores no había un solo guardia y yo no sabía cómo lograría llegar al director.

Tomé asiento y esperé a que alguien apareciera, mientras tanto evalúe mi decisión. No era prudente, lo sabía, pero era mi mejor opción en estos momentos y no podía negarme.

-¿Qué hace ahí? –preguntaron haciendo que mirara hacia las escaleras del tercer piso.

-El alcaide solicitó un libro de la biblioteca y vengo a entregarlo –respondí al guardia.

-El alcaide no me informó nada al respecto.

-Se debe haber olvidado –medio sonreí- Su trabajo no es nada fácil, sabe cómo es –intenté convencerlo pero su rostro no parecía estarlo.

Él bajó las escaleras y sacó una tarjeta de su bolsillo haciendo que mis ojos brillaran de la emoción. El sonido de autorización sonó y la puerta se abrió, di un paso y el guardia se interpuso.

-Yo mismo se lo entrego –me aferré al libro. Joder.

-Eso no va a poder ser posible –hice una mueca- El director pidió que se lo entregara yo misma –las manos comenzaron a sudarme y las pocas probabilidades de avanzar con la investigación caían por tierra.

INFILTRADA: en el infierno. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora