CAPÍTULO XXIX: EL SECRETO (1)

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En el regreso, Mei no dijo nada, estaba terriblemente callada y no era extraño eso, sino que el porte que tenía más el aura oscura de destrucción a cualquier cosa que la provocara fue lo que asustaba. Kioshi era un hombre calmado y siempre positivo ante la vida y solía decir que la vida tenía pruebas difíciles que al ser superadas tenían una recompensa espiritual. Y ahora se encontraba preguntándose si la señorita Aihara tenía una misión por pasar al lado de ese chico que recién acababan de ver que llego con otra chica y parecían tener una relación que de amistad estaba lejos de verse.

-Creo que debería usted hablar con él para aclarar lo sucedido, señorita Mei. -le dijo con calma mientras se situaba a su lado.

- ¿Sobre qué? -le dijo con acidez. -Yo creo que no se necesita una confirmación de nada.
La expresión devastada que le ofreció le compartió a Kioshi un poco del dolor de Mei.

La observo un poco más en silencio y siguió sus pasos.

- ¿Entonces piensa quedarse sin saber nada y asumir cosas erróneas? -Le dijo ya casualmente mientras se acercaban a la mansión Aihara.

-No asumí nada erróneo… -se detuvo con la mirada abajo, puños dolorosamente apretados y dientes sosteniendo su coraje. -Yo sabía que Yuzu… que amaba a Yukimura. No es como si descubriera algo nuevo… como si me estuviera engañando de alguna forma, ¿verdad?

Mei comenzó a llorar y Udagawa, sin poder evitarlo o mejor dicho, sin poder pensar en lo que hacía, la abrazo con cuidado. El gesto bien pudo ser repudiado de inmediato y gritarle que no deseaba que le tocara pero la situación acababa de apuñalarla y el consuelo era necesario por primera vez. Lo necesitaba o de lo contrario enloquecería. Quería recibir unas palabras alentadoras y su familia no podría dárselas porque sería explicar la historia completa que involucraba esos momentos penosos para su alma. Su abuelo estaría tomando una escopeta y mataría a esos hombres, él si tendría el coraje para hacer lo que Mei no pudo. Su madre estaría ayudando a Tetsuya a ocultar los cuerpos bajo la tierra y su padre estaría apoyándolos con la coartada de una pelea familiar porque es un idiota. Kata le empezaría a sermonear sobre no contarle desde antes.

Seria agotador eso y no tenía ganas siquiera de imaginar más escenarios donde se desarrollará la posibilidad de la sinceridad. Se giro y lo abrazo con más fuerza y sollozo en su pecho. Gimiendo palabras poco entendibles con golpes de sus puños fue lo que le dio a ese chico que no conocía de mucho más que unos encuentros cortos y el más reciente fue hacía unos momentos y en la cafetera del muchacho.

- ¿Quieres hablarlo conmigo? -le pregunto suavemente mientras le palmeaba levemente la cabeza.

Mei asintió lentamente y lo miro con los ojos vidriosos.

-Espero no sea molestia. -le susurro.

-Para nada. -sonrió. - ¿Quieres ir al café?

Mei medito un poco y negó. Señalo hacia su casa y tras dudar unos momentos suspiro.

-Yo quiero tener un ancla allí de algo que me haya dado un poco de paz. -su rostro estaba rojo de la vergüenza por las palabras.

-De acuerdo. No tengo problema.

Mei se separó de él, limpio sus ojos y tras respirar varias veces profundamente reprendió la marcha y abrió la puerta.

Udagawa la siguió con curiosidad por el lugar y se encontró admirando el enorme jardín. Al llegar a la puerta de la casa se detuvieron otro momento en el cual supuso Kioshi que estaba preparando una excusa para regresar de la escuela.

Abrió la puerta y por alguna razón, no había nadie allí. Entraron y tras hacer una pausa en la cocina donde Kioshi acepto unas galletas con te, termino de probar la exquisita sazón de la nana de Mei y subió con ella a la planta alta.

EN BUSCA DE LA LIBERTAD  (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora