CAPÍTULO LXVII: EL COSTO DE LA PERFECCIÓN (2)

222 24 2
                                    

EL DRAGON estaba sentado, contemplando el enorme cielo que estaba frente a sus ojos, luego de pasar una semana entera torturando a una mierda humana, como llamaba a la gente como Kirito. Se mordió el labio y suspiro ante el recuerdo de como cinco hombres violaron y torturaron a su madre durante dos años. El sonido de sus lamentos, las palabras obscenas que salían de esos hombres no solo iban a su madre, él mismo sufrió aquel destino. Lo que pasa en un niño de ese tipo es una fragmentación de la mente, de eso sabia él y tras un buen psiquiatra y especialistas, consiguió volver a unirse, había días en que parte de ellos regresaba para recordar que no estaría solo nunca, estaban con él y no se irían a pesar de sus esfuerzos.

La oscuridad que destruye todo no tiene limitantes, de eso sabia mucho. Él mismo estaba sumergido en una oscuridad que lo atormentaba, recordándole que era vulnerable y estaba solo. No importaba que hacía años intento formar una familia, no importaba que la vida se los arrebataba... y así paso, cuando decidió irse el amor de su vida junto a su hijo, de eso ya tantos años que... ya no importaba. Escogió continuar con ese mal negocio, y aun así conseguir que no todo se fuera a la mierda, para eso castigaba a sus trabajadores que quebraban la regla de oro "no dañar a nadie, solo hacer el trabajo". Una cosa era vender drogas y asesinar uno que otro indeseable pero que sus subordinados quisieran usar sus recursos para joder a inocentes era algo que no perdonaba la familia, y toda la facción estaba al tanto de esta situación y le exigían hacerse cargo e intervenir. Lo haría.

Mientras detallaba el cielo, la brisa removió sus cabellos, sus huesos se quejaron y los ojos ardían. Un día más viejo, se dijo con ganas de bromear y carraspeo ante la posible tos que se asomaba. Medito un poco y se acarició el mentón. La vida que llevaba lo estaba envejeciendo muy rápido. Pensó otro poco un poco lo que estaba haciendo y las repercusiones que vendrían, las conocía bien al igual que la venganza.

- ¿Michael? -dijo con aire adormilado.

-Dígame, mi señor. -respondió el asistente con precaución. Eran muchos asistentes y cada uno tenía su rol, el de él era el temas muy oscuros.

-Kirito... fue un error. -comenzó a decir mientras encendía un cigarrillo. -Quiero a todos sus amigos con el culo pegado en una silla, mis herramientas y mucha privacidad.

- ¿Para mañana?

-No... para hoy, Michael, ¿puedes?

El hombre se sorprendió por la pregunta y sonrió tímidamente.

-Usted es mi señor, de la orden y yo la acatare sin rechistar, amo.

EL DRAGON no se veía feliz por la respuesta y su atención regreso a sus pensamientos.

-Tráelos para hoy con lo que te pedí. -ladro resignado.

-Como ordene.

Michael se marchó de allí movilizando a sus tres legiones a las que mandaba. Haría lo que su señor le ordenaba y no fallaría. Eso es lo que le gustaba hacer y mucho, después de todo, ese hombre lo había salvado de todas las maneras posibles y le pagaría el resto de su vida.

ÉL DRAGÓN hacía años que no escuchaba su nombre, casi lo olvidaba y lo único que lo hacía recordar el motivo para vivir era cerrar los ojos e imaginar a su bella Dajeong llamándolo con esa expresión tan tierna y amorosa.

-Una parte de mi sigue siendo humana... -dijo con voz quebrada y miro sus manos que comenzaban a verse cansadas por los años. -Vaya... este trabajo de verdad que te acaba.

Una mujer apareció a su lado y se aclaro la garganta.

-Mi señor. -lo llamo suavemente. -Hablando de eso, hoy es su cumpleaños.

EN BUSCA DE LA LIBERTAD  (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora