EN BUSCA DE LA LIBERTAD (CITRUS)

CAPÍTULO XXXVII: LOS DEMONIOS DE CADA CABEZA (1)

-Si yo eligiera que prefiero que vivas y seas Yuzuko Okogi, ¿qué harías? -le pregunto suavemente.

Yuzu la miro unos momentos y con la mano libre se desabotono el pantalón y la punta de su miembro se asomó por el resorte de sus bóxer grises. Esta erecto y palpitante ante la excitación de la navaja en su cuello y del dolor que podría causarle ambas elecciones de Mei.

-Puedo ser el amante que deseas de mi desde que nos conocimos. -le dijo con aire caliente y se pasó un dedo por la cabeza de su pene. -Lo que me pidas hacer lo hare sin rechistar.

Mei no grito ante la sugerencia de Yuzu, ella misma había pensado en esa posibilidad en cuanto supo que tenía el poder sobre la rubia. Si bien no estaba enamorada por completo de Yuzu, si le tenía el suficiente amor y afecto para reclamar una muestra al menos física de interés por parte de su futuro prometido.

-Y... si yo te pidiera mostrarme a la verdadera Yuzu, ¿qué me mostrarías? -le cuestiono bajando los ojos. -Porque si no sabes quién eres y solo buscas contentarme, ¿qué imagen me venderías?

Yuzu trago saliva y se quitó la camisa, bajo más sus pantalones para que Mei viese bien su miembro a la hora de bajarse los interiores y cuando su pene se liberó con un movimiento de sí, Mei quiso chillar de la sorpresa por eso. Yuzu cerró los ojos y tras relajarse de los pensamientos deprimentes, cuando los abrió demostraron lujuria y placer.

Sujeto la mano de Mei, la que tenía la correa y se dio un tirón para quedar a centímetros de ella, con la otra le puso la navaja en la mano libre y con su guía lo enterró profundo rasgando los músculos rectos hasta los oblicuos izquierdos. Mei quiso soltarse pero eso enterró más el cuchillo.

-Agh... -gimió Yuzu y Mei sintió su miembro tensarse más. -Por favor... que sea más duro y profundo. -Le suplico.

Mei sintió un profundo terror ante aquello y soltó la navaja y empujo a Yuzu para zafarse, lo cual fue imposible así que en la lucha con el codo le golpeo en el pómulo con fuerza y logro hacerle retroceder.

Se levanto rápidamente y ya estaba dándose la vuelta para ver cómo estaba Yuzu cuando le empujo contra la pared cercana, retrocediendo dos metros y cuando su espalda golpeo la pared, sintió las manos de Yuzu sobre su cuerpo, tocándola con pasión.

-Lo que soy es un enfermo mental, Mei. -le susurro en la oreja y le volvió a dar la correa. -El dolor... mi escape... siempre fui así, nací así de trastornada, cariño. La vida solo logro darme ese placer con cada día en el cual las personas me humillaban y maltrataban.

Mei apretó los dientes y le dio un tirón hacia otro lado, lo cual solo saco otro gemido por parte de Yuzu.

-En ti hay frustración y deseos de destruir algo. -le continúo diciendo con una cara extasiada en dolor y felicidad. -Yo puedo ayudarte con eso, querida. Solo debes decirle sí a esto.

Cerro los ojos y no se movió. Yuzu al no recibir nada más que silencio, se calmó y su erección dolorosa se apagó con una punzada de culpa. Se acomodo la ropa y paso la mano por los cabellos.

-Esto es parte de lo que yo soy, Mei. -le dijo molesta y tomo sus cosas. -Si no quieres lo que soy porque te da asco, entonces deja de insistir en que sea yo mismo.

Mei abrió los ojos y Yuzu ya estaba saliendo de la habitación.

-Deja de fingir que te importan las personas si a la mera hora solo te quedas callada y huyes de la respuesta.

Yuzu cerró la puerta y en el resto del día no miro a Mei.

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