CAPÍTULO XXIV: LA VERDAD (5)

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El beso fue tan ardiente y desesperado que Mei termino profundizando el beso mientras con sus manos le indicaba a Yuzu que no podría soltarse de su agarre ni aunque intentara algo. Era obvio que Yuzu jamás intentaría apartarse de los labios de Mei así que le demostró a la pelinegra que tenía toda la intensión firme de obedecerla en todo cuanto le exigiera.

Se alejaron con molestia, sus pulmones les ordenaron separarse para respirar hondo y obtener su sagrado oxígeno. Jadearon desesperados y, una vez supieron que ya tenían su oxigenación adecuada, se lanzaron de nuevo. Yuzu sostuvo firmemente a Mei de las caderas y la atraía contra sí. Por su lado Mei enredo la cabeza de Yuzu con sus manos para atraer su boca a la suya, de haber un espectador cerca y ver la escena podría y de manera algo exagerada decirte:

-Sí, lo he visto, se han dado un beso de pasión propia de amantes reuniéndose luego de no verse mucho tiempo.

Todo proceso apasionado tiende a prender interruptores de la reproducción y Yuzu no pudo controlar su erección que se restregó con lascivo recordatorio a Mei de las intenciones de Yuzu al confesarle su deseo. Ambos, por acuerdo mutuo en pro del pudor del momento, se separaron dolorosamente.

Resoplaron y se soltaron, alejándose a una distancia adecuada para una conversación educada y con una expresión caliente que rompía el efecto. Yuzu se vio obligado a quitarse la chaqueta y amarrársela a las caderas, sin ver a Mei lo hizo por el miedo a verse patético mientras intentaba desesperadamente ocultar el bulto. Mei cerró los ojos mortificada por el deseo y se repitió de nuevo el mantra viejo que le servía en épocas de desesperación:

"Piensa, piensa, piensa. Con el cerebro se llega lejos mientras que con las tripas se arruinan los avances. Mei, recuérdalo, piensa antes de nada o podrás estropearlo todo."

Abrió los ojos, decidida a que ahora tenía la coraza de hielo, impermeable e irrompible que la protegía de todo. Respiro hondo y contemplo el nerviosismo de Yuzu y se recordó que eso lo provocaba ella, que Mei Aihara era en lo único que pensaba aquella rubia atractiva y con una cuenta bancaria más grande que la de su familia. Ahora lo veía un poquitín más claro.

-Se suponía que venía a conversar con usted y todo ha salido mal. –comenzó a decir Yuzu con voz temblorosa. –No me arrepiento de besarla, eso nunca. Es solo que no quería que se desarrollaran así las cosas, perdóneme.

Mei la escucho con fascinación excesiva y se pasó la mano por el cabello, para calmarse.

-Tampoco me arrepiento del beso, Yuzu. –dijo con honestidad. –Y esperaba que esto se centrara en otra cosa, es la verdad.

-¿Sobre qué? –le pregunto tímida.

-Sobre el pasado, de eso quería hablar. –admitió con la mirada baja. –Sobre nosotros

Un pequeño lapso de silencio hubo y Yuzu parecía no querer hablar del tema hasta que se aclaró la garganta y soltó una risilla.

-Nuestro compromiso apresurado considerando que tú no recuerdas nada de mí y yo tampoco. Un ciego queriendo dirigir un barco en tempestad, ¿no?

Necesitaba las respuestas adecuadas a todo, ya no se creía capaz de esperar por ellas.

-Yo necesito saber algunas cosas. –le dijo seria y miro a todos lados.

-Lo sé y te aseguro que quería hablarte de esto... -se rasco la nuca. –Solo que pues tú y yo nos reencontramos de una forma extraña.

Mei se sonrojo ante el comentario y mensajeo a Hanako, Kata y Jun, ese día volvería tarde a casa por unos asuntos así que la cena empezaría sin ella. Accedió a comer con Yuzu para oír más de aquello. Yuzu sonrió aliviada y le extendió un casco de motocicleta de color dorado. Mei en condiciones normales se habría negado sonoramente, pero esa vez no, su mente solo atendía una cosa y lo demás estaba invitado a irse al carajo.

EN BUSCA DE LA LIBERTAD  (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora