CUARENTA Y CINCO

105 10 3
                                    

En la espesura de aquel lugar, Nimue y los demás caminaban entre los árboles verdes y alargados que bailaban bajo la luz del sol como si celebraran algo. Tras cuatro días de una incesante huida desde Pendragón, el ambiente al fin empezaba a sentirse más tranquilo y según iban avanzando el olor a playa y la humedad se hacían cada vez más notables.
Decidieron tomar un pequeño descanso en las anchas raíces que sobresalían en la tierra de un viejo árbol y el Monje Llorón aprovechó el momento para alejarse con Ardilla y enseñarle algunos trucos y consejos para la lucha. Cada día que pasaba se hacían más cercanos y desde que salieron de Pendragón el monje decidió entrenarle sabiendo que tarde o temprano la Iglesia volvería a atacar.

Mientras reponían fuerzas, el ruido de unas voces que procedían de delante puso alerta a Nimue y Merlín, que se encontraban solos en aquellas raíces, vislumbrando a lo lejos la figura de tres personas por detrás de los árboles. Nimue, sorprendida, relajó sus hombros al reconocerlos.

—¡Hey! —gritó ella llamándoles la atención haciendo que esas personas voltearan y corrieran hacia ella.

Pym, que no escondía su entusiasmo abrumador, abrazó fuertemente a su amiga tras tanto tiempo sin verla. Por otro lado, mientras Arturo esperaba su turno, Morgana rodeó con sus brazos a Merlín.
El joven abrazó a Nimue y tras unos segundos ella lo apartó suavemente mirándolo confundida. Los ojos de Arturo se posaron en el mago antes de regresar a los de ella.

—Sabía que Merlín te encontraría —comenzó Arturo.

—¿Qué hacéis aquí? Se supone que deberíais estar con los Fey en los barcos, en el mar —dijo Nimue confusa esperando ansiosa la respuesta del joven.

—No te preocupes, los Fey están a salvo, van a la isla de Ávalon acompañados por los vikingos de Lanza Roja.

—¿Ávalon? ¿Vikingos? ¿De qué va todo esto, Arturo? Vas a tener que explicarte mejor.

Nimue lo miró fijamente molesta, confundida y asustada pensando que el destino de su pueblo estaba en manos de unas personas a las que no conocía y que se dirigían a una isla de la que nunca había oído hablar.

—Van hacia Ávalon, esa isla está lo suficientemente lejos como para que no los sigan —explicó Arturo intentando calmar el ambiente—. La iglesia nos tendió una emboscada en la playa antes de embarcar a todos los Fey, algunos murieron, pero Lanza Roja y su ejército nos ayudaron. Nos han ayudado todo este tiempo.

Nimue escuchó sus palabras detenidamente reflexionando como describía él a los nuevos aliados y a la líder vikinga.

—Estarán bien —intervino Pym—. Si algo he aprendido con esa gente es que son muy tercos... pero sobre todo fuertes y valientes. Si alguien puede proteger a los Fey son ellos.

Ante la plena confianza que depositaban en ellos, Nimue se resignó y lo aceptó. Se contaban historias impresionantes sobre la furia y el coraje de los vikingos, por ello que los Fey estuvieran bajo su protección no le pareció tan malo.
De repente, dos figuras aparecieron entre los árboles detrás de Nimue y Merlín, haciendo que el ambiente se volviera más tenso aún.

—¡¿Qué hace él aquí?! —soltó Arturo desenvainando su espada hacia uno de ellos, provocando que Nimue volviera a la realidad y dejara a un lado sus pensamientos.

Furioso, apuntaba con su espada al Monje Llorón que se encontraba quieto sin mover un solo músculo.

—¡Espera, Arturo! Está con nosotros —irrumpió Nimue colocándose entre ellos.

—¡¿Es una broma?! ¿El monje? No puedes fiarte de él, no es nuestro aliado.

—Tampoco lo era Lanza Roja y confías en ella —argumentó ella con voz clara y sonora.

El joven enmudeció, comprendió que debían tener una historia detrás de todo sobre por qué acabaron aliándose como él tenía su historia con Lanza Roja y no podía reprocharle su inusual unión hasta saber esa historia.

—Parece que ambos habéis acabado con extrañas alianzas y ambos tenéis mucho de qué hablar —señaló Merlín disfrutando de la situación—. Lo mejor será que nos sentemos y hablemos sin cosas puntiagudas de por medio.

Tras un largo y tenso momento, Nimue y Arturo se pusieron al día sobre las nuevas alianzas y lo ocurrido durante todo este tiempo. Era increíble lo mucho que habían vivido por separado y parecía que el tiempo había pasado muy rápido, sin esperar a nadie.

—Nimue, hay algo más que tienes que saber —el joven hizo una breve pausa antes de continuar—. Uther Pendragón está muerto.

—¿Qué?

—Cumber lo mató. Ahora él es el nuevo rey. Nos unimos a su ejército y--

—Espera...el Rey de los Hielos esta con la Iglesia... ¡¿y te has unido a él?! —interrumpió ella con recelo.

—Sé lo que parece. Los dos hemos tomado caminos que quizá el otro no entiende aún pero, aunque no me agrade la idea de tener a ese monje cerca, confió en ti Nimue, en tu instinto, y ahora no te pido que confíes en un vikingo, te pido que confíes en mí. El rey Cumber no es una amenaza, no está con la Iglesia.

Ambos se habían aliado con sus enemigos y, tras esas palabras, sólo se podía escuchar el susurro de las copas de los arboles danzando lentamente.

—Confió en ti, Arturo.

Por primera vez en mucho tiempo, todos volvían a estar juntos. No era el reencuentro ideal que habían estado imaginando, pero se alegraban de que el destino hubiera vuelto a unir sus caminos.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora