VEINTE

106 9 1
                                    

En un pequeño puerto rodeado de casas blancas y modestas, Lanza Roja y compañía desembarcaron en busca de provisiones para así proseguir el viaje hacia Ávalon. Lo que Arturo no sabía era la manera en la que obtendrían esas provisiones.

—¿Es esto necesario? —dijo él con disgusto observando como saqueaban.

—¿Qué esperabas? Son vikingos —contestó Pym indiferente mientras hacía estiramientos tras el largo viaje.

Los vikingos robaban comida, ropajes y todo lo que brillara. Arturo desacorde decidió volver al barco rehusando a colaborar.
Tras unos minutos, Pym se sobresaltó cuando oyó a alguien llamarla desde lejos a pleno pulmón. Lentamente dirigió su mirada hacia esa voz vislumbrando a una persona que conocía y que no esperaba ver allí.

—¿Aaron? —dijo extrañada mientras se acercaba a él—. ¿Qué haces aquí? Estas muy lejos de Hawksbridge ¿Acaso me estas siguiendo? —preguntó molesta con tono acusador.

—¡No, claro que no Pym! —respondió nervioso—. Estoy comerciando con corvallo.

—¿Con qué?

—Con corvallo. Es un buen lugar para comerciar con este tipo de pescado ya que a los lugareños les encanta. Puede alcanzar hasta 70 centímetros de largo, tiene el dorso curvado y su vientre es de un hermoso color plateado.

La chica puso los ojos en blanco con desinterés mientras él le explica las aburridas características del pez. 

Aquel joven pesquero, que estaba enamorado de ella desde hace mucho tiempo, ayudó en el pasado a Pym cuando ella se escondió en uno de sus cobertizos tras quemarse la aldea a manos de los Paladines Rojos.

—¿Y tú que haces aquí? —prosiguió él—. Desapareciste del puerto en un barco.

—¡Viviendo aventuras! —dijo orgullosa pero al ver que él no se sorprendía añadió—. Y soy sanadora vikinga.

—Suena interesante y peligroso. Sabía que harías cosas importantes, siempre se lo dije a mi madre aunque ella nunca me creía y lo negaba.

Pym rió por un momento ante esas palabras cuando se percató por primera vez que aquel chico mojado y rodeado de esos malolientes pescados le parecía un poco lindo.

—Parece que tu madre sigue siendo igual de simpática —soltó ella con ironía mientras él esbozaba una sonrisa avergonzado—. Siento no haberte dado las gracias cuando me fui Aaron, fuiste muy amable al ayudarme cuando la aldea se incendió, pero ahora... debo irme.

La chica se disponía a darse la vuelta para volver al barco cuando él la detuvo.

—¿Volveré a verte? —preguntó ávido y entusiasta.

—Tal vez.

Ruborizada y con una leve sonrisa en su cara, Pym se alejó de aquel joven. 

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora