A medida que pasaban las horas, la noche se hacía cada vez más fría en Áine y solo un pequeño fuego en la habitación lograba poco a poco calentarlos.
Ardilla, exhausto por aquel día, se quedó dormido al instante en la única cama que había.
Al otro lado de la habitación, Nimue observaba como el monje se quitaba su indumentaria exceptuando los pantalones, dejando al descubierto unas heridas en el costado aún sin sanar.—¿Estas sangrando? —preguntó Nimue—. ¿Qué vas a hacer?
—No es nada, no son recientes, solo las voy a limpiar —le dijo sin mirarla.
—Déjame verlas, podrían estar infectadas. Aprendí algunas cosas de mi madre.
El Monje Llorón dudó por unos segundos pero finalmente la dejó. Nimue agarró un paño y lo sumergió en agua en una vasija de boca ancha. Al limpiar las heridas, vio por casualidad las cicatrices en la ancha espalda del monje que hizo que recordara las suyas propias. De repente, la joven posó suavemente su fría mano en aquellas marcas haciendo que su repentino tacto lo sorprendiera pero que terminara siendo reconfortante para él. Ella quería saber quién era aquel hombre y porque mató a tantos Fey.
—Dime una cosa Lancelot. ¿Eres un fresno no? Por eso Ardilla y tú me encontrasteis en Graymalkin porque me rastreaste.
—Así es, aunque no hueles solo a Fey —contestó mirándola con curiosidad.
—Dale las gracias a mi padre —expresó soltando una pequeña risa.
—¿Cómo sabes que los fresno rastreamos? Ya no quedamos muchos y menos por estas tierras.
Nimue hizo una breve pausa antes de contestar mientras colocaba el paño húmedo dentro de la vasija tras limpiar las heridas.
—Mi madre solía contarme historias de los Fey y entre ellas de los fresnos, por eso lo sé.
—¿Dónde está tu madre?
—Murió. Los Paladines Rojos la mataron.
El Monje Llorón se quedó en silencio sabiendo que, inevitablemente, en parte él también era el culpable.
—¿Y tu familia? —preguntó ella—. Tendrás una.
—No tuvieron mejor suerte.
—¿Los Paladines? ¿Y porque luchabas por ellos?
—Era solo un niño cuando me acogieron, decían que mi simple existencia era obra del diablo. Creí en las palabras del Padre Carden, pensé que eran las palabras de Dios, pero estaban vacías y solo me usaba en su beneficio... pensé que me quería. Estaba perdido.
—¿Estabas?
—Creo que he encontrado mi propio camino —respondió dedicándole una mirada frágil y sincera.
Nimue bajo la cabeza y soltó una leve sonrisa. La cálida y tenue luz del fuego era lo único que iluminaba la sala.
—Se fuerte Lancelot, nunca sabes a quien inspiras —dijo señalando a Ardilla que no dejaba de roncar en la cama lo que provocó una sonrisa en él.
—Es tarde, mañana es la audiencia con el rey. Duerme con Percival, voy a echar un último vistazo.
—¿Te ha dicho su nombre? —preguntó la joven incrédula—. Es raro que diga su verdadero nombre.
—Sí, pero no le digas que le he llamado así. Parece que no le gusta y no quiero que me empiece a odiar por ello.
Los dos empezaron a reír provocando unos bonitos hoyuelos en los mofletes de ella y unas pequeñas arrugas en el contorno de los ojos de él.
—No se lo diré —respondió dulcemente ella recostándose al lado de Ardilla.
El muro entre ellos empezaba a romperse y Nimue no podía evitar sentir que aquel hombre no era tan infame como creía.
Algo había cambiado, algo había nacido, una chispa se encendió y un sentimiento raro crecía cuando estaban juntos.
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Cursed 2 (Maldita 2)
AdventureDespués de haber caído desde un puente, la aventura de Nimue sigue su curso esta vez sin la Espada de los Primeros Reyes. Merlín y Morgana desolados por lo ocurrido, el Monje Llorón y Ardilla juntos después de escapar de la Trinidad y Arturo mar ade...