NUEVE

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En mitad del bosque, y como consecuencia del desfallecimiento del Monje Llorón debido a sus heridas, Ardilla y él deciden descansar cerca de un inmenso lago tras el largo viaje.
Mientras el monje limpiaba sus heridas ya casi curadas en el agua cristalina la voz del chico resonó en el silencioso lugar.

—¡Lancelot, debes probar esto! —dijo Ardilla con un tono enérgico.

—Son moras... —contestó con indiferencia.

—¡Ya sé que son moras y están por todas partes! ¿No es genial?. 

Su sonrisa ilusionada resplandecía como el sol matutino e invito al Monje Llorón a unirse a él.
Comían sentados el uno junto al otro en una gran roca cuando el silencio se rompió por unas palabras inesperadas que salieron de la boca del monje.

—Hay algo mal en mí. Lo sé... lo siento en mi interior —murmuró posando su mirada en aquel manjar que tenía en su mano.

Con una mora en la mano derecha a punto de entrar en su boca Ardilla le miro extrañado. 
La cara del Monje Llorón tornaba alicaída y sopesando sus palabras el chico decidió intervenir.

—Debo decir que al principio no me caías bien y no sé cómo llegaste a luchar con los Paladines Rojos, pero sé que no eres como ellos. Me salvaste la vida.

—Mate a mucha gente —contestó haciendo una leve pausa—. Todos esos incendios. Sus gritos aun me atormentan. Pensé que era la espada de Dios pero solo fui el instrumento de los hombres. Creí hacer lo correcto y lo más desagradable de la crueldad es que uno se acostumbra —el tono ansioso de su voz hizo que el chico se estremeciera.

—No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar desde donde estás y cambiar el final —dijo Ardilla con voz tranquila—. No sabes cuál será tu última batalla o la última sonrisa. Debemos luchar cada día protegiendo a quienes queremos. Encontraras tu camino.

—No tengo a nadie a quien proteger y tal vez no tenga ningún camino que seguir.

—¡Podrías unirte a nosotros! ¡Enfréntate a la iglesia! —soltó animadamente—. Los Fey necesitan cualquier ayuda Lancelot.

—¿Acaso crees que la Bruja Sangre de Lobos querrá verme? —respondió con ironía—. Estoy seguro que desea clavar su espada en mi tráquea en cuanto me vea.

—¡Nimue!

—¿Qué?

—¡Se llama Nimue, no Bruja Sangre de Lobos! Y sí, probablemente quiera matarte pero tal vez también encuentres tu camino. ¿No crees que vale la pena correr ese riesgo? —replicó con una sonrisa ladeada.

Ardilla se levantó del suelo aproximándose al caballo y por el camino volteo la cabeza vigorosamente hacia el Monje Llorón.

—Nacemos al alba...

El monje alzó la mirada para encontrándose con los ojos del chico.

—...Y morimos al ocaso —terminó él sonriendo.

En ese momento una chispa prendió el fuego en su interior que por primera vez no era destructivo, solo calentaba su alma.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora