CUARENTA Y SEIS

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Pasaron varios días desde el reencuentro del grupo al completo y decidieron parar cerca de un lago para pasar la noche. Pym, cansada, se tiró sobre una manta y se quedó dormida en cuanto cerró los ojos mientras que las tripas de Merlín empezaban a gruñir como un temible oso de las montañas.

—¡Me muero de hambre! Será mejor que empecemos a buscar comida si no queréis que desfallezca —avisó el mago a los demás.

—Iré a buscar algo —dijo el Monje Llorón poniéndose en marcha hacia el bosque.

—¡Voy contigo! —exclamó Ardilla siguiéndolo.

Morgana se dirigió a la orilla del lago para refrescarse la cara y Merlín, insatisfecho y desconfiado por dejar en las manos de ellos dos su comida, miró a los demás.

—Debería unirme a estos no vaya a ser que se pongan otra vez a jugar con los arcos y las espaditas y no comamos hasta mañana —concluyó el mago adentrándose en el bosque mientras Nimue y Arturo reían quedándose solos.

El ambiente era extraño, hacía tiempo que los antiguos amantes no pasaban tiempo a solas y muchas cosas habían ocurrido.

—Debemos prepararnos, la Iglesia cada vez es más incesante —comenzó Nimue.

—Tienes razón, siguen todos nuestros pasos y no siempre podremos salir airosos de ellos —añadió Arturo.

El silencio reinó dando paso a las voces en su interior que mostraban el tiempo que habían pasado separados y que los sentimientos hacia la otra persona se habían ido extinguiendo lentamente. Solo cuando volvieron a encontrarse de nuevo confirmaron que ya no sentían lo mismo el uno por el otro.

—Te veo distinta ¿Es por el monje? —soltó Arturo con voz suave mientras ella evitaba responder—. La verdad es que resulta complicado de entender... pero últimamente no encuentro nada que sea fácil.

—No soy la única que ha cambiado ¿cierto? —contestó la joven ofreciéndole una pequeña sonrisa mientras él se tocaba su muñeca donde tenía el brazalete que le dio la vikinga.

Aquellas dos personas que caminaron una vez agarrados de la mano sabían que su historia creaba un punto y final para poder seguir escribiéndola de otra manera.
No había heridas, lágrimas o rencor solo corazones guiados por caminos desconocidos.

—¿Qué era lo nuestro, Nimue?

Antes de contestar, la joven elevo la cabeza con serenidad hacia la migración de aves que sobrevolaban el cielo.

—Era algo bonito, de eso estoy segura.

Arturo asintió y agarró la mano de ella y juntos observaron por unos segundos el viaje de esas aves que se dirigían a su nuevo destino.

Por otro lado, Morgana, arrodillada frente a la orilla del lago, miraba su reflejo en el agua mientras escuchaba absorta aquella voz que la susurraba en sus pensamientos.

—¡Agarra la espada! ¡Es nuestra! —oía en su cabeza una y otra vez pensando que se volvería loca, cuando la voz de su hermano la despertó.

—¡Aquí estás! —dijo el joven—. ¿Qué haces?

—¡¿No puedo refrescarme, Arturo?! —respondió incomoda echándose agua en la cara.

—Claro —aclaró colocándose al lado de ella y prosiguió—. Morgana quería disculparme, debí apoyarte. Al principio no sabía qué decir, mi hermana pequeña se ha convertido en la nueva viuda y no lo entendía. Ahora sé que todos hemos tomado caminos complicados y puede que no fuera la reacción que esperabas de mí cuando me confesaste en quién te habías convertido.

—La viuda... —musito sin apartar la vista de su reflejo—. Ya no estoy segura de quién soy, Arturo.

—Yo sí lo sé, eres mi hermana, y aunque ahora vistas tan deprimente toda de negro, siempre lo serás —dijo riendo buscando la risa inexistente de ella—. Morgana, ¿estás bien?

Dile que sí.

—Sí —contestó ella haciendo caso a la voz.

—¿Estás segura?

—Por supuesto. Gracias por esas disculpas hermano, estoy bien.

A unos metros de ellos, voces entusiasmadas y ruidosas los llamaban a comer. Antes de que se dirigieran hacia sus amigos, Morgana abrazó con rigidez y frialdad a su hermano, quien no pudo evitar sentir que algo no iba bien.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora