CATORCE

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La suave brisa acariciaba las hojas de las altas secuoyas que danzaban con elegancia natural a la par que el pelo ondulado de Nimue dibujaba olas parecidas a un mar infinito.
Nimue se dirigía hacia el Castillo de Graymalkin con la esperanza de encontrarse con Merlín y Morgana después de escabullirse de las garras de Rugen, el Rey Leproso.
Evitaba los caminos de tierra para así no encontrarse con la Trinidad o los Paladines Rojos que deseaban su cabeza más que nunca después de haber matado al padre Carden. Sabía que si la emboscaban sería un blanco fácil sin la Espada de Poder.
Absorta en sus pensamientos, un lejano bullicio en un claro del bosque llamó la atención de Nimue que con cautela se acercó a observar. Carros con objetos raros y personas vestidas llamativamente reían y hacían movimientos vertiginosos con el cuerpo y con diversos objetos.
Un anciano decidió acercarse a ella percatado de sus curiosos ojos que observaban entre los árboles.

—¿Quieres probar? —preguntó el anciano con una sonrisa amable mientras señalaba unas pelotas de cuero desgastado para hacer malabares.

—No, no, yo solo pasaba por aquí. Ya me iba —contestó titubeante.

—¿Sabes hacer acrobacias o malabares? ¡Hey, venid aquí! —gritó con voz ronca llamando a los demás.

—No. Yo ya me voy, de verdad —dijo Nimue intentando escaparse.

La muchedumbre se acercaba interesada. Había hombres, mujeres, niños y hasta un perro. Todos desprendían una energía amigable y vigorosa. Parecían una gran familia.

—¿Nos conocemos de algo? —preguntó una mujer con voz suave.

—No lo creo señora.

El anciano pensativo recorrió el cuerpo de la joven de arriba a abajo examinándola.

—Se quién eres... —soltó el anciano con un tono misterioso.

Nimue se sobresalta al oír esas palabras esperando lo peor. Esperando que la entregaran a la Trinidad.

—¡Eres la Bruja Sangre de Lobos! —prosiguió con gran admiración—. No te preocupes. Nosotros también somos Fey.

Uno de los acróbatas enseñó unas escamas verdes en su brazo tapadas por una tela roja.
Nimue suspiró aliviada. Pensó que eran humanos pero le alegraba saber que eran de su misma raza.

—La iglesia no cesa en matar a cada hombre, mujer o niño Inefable. Los queman y crucifican —murmuraba con tristeza la mujer.

—Oímos que barcos con Fey consiguieron zarpar buscando una nueva vida —añadió el anciano.

La joven se relajó al conocer la buena noticia. No sabía que había sido de ellos en varios días.

—¿Por qué seguís aquí? ¿Por qué no os habéis ido lejos a otro lugar? —preguntó Nimue con curiosidad.

—Todos nosotros nacimos en estas tierras. Muchos de nosotros no fuimos deseados o amados por nuestra familia y solo nos veían como una carga. Ocultamos nuestra raza y a cambio hacemos lo que nos hace felices, viajar. Ir de pueblo en pueblo para traer sonrisas a la gente. Los niños esperan ansiosos nuestra llegada —dijo el anciano con una sonrisa de oreja a oreja—. Así es, somos un circo ambulante y aunque seamos rechazados por la iglesia no vamos a renunciar a hacer sonreír a esos niños. Esta es nuestra vida.

La determinación de esa gente era abrumadora y admirable.

—No parece que hayas tenido un buen día y.... ¿eso es sangre? —interrogó la mujer con preocupación.

—Tienes razón, no ha sido un buen día —contestó ella esbozando una sonrisa forzosa.

—Ven, come algo y revisemos esas heridas. Hoy hará frio, puedes quedarte con nosotros y descansar esta noche si quieres. Tenemos mantas de sobra —dijo la mujer agarrando suavemente la mano de Nimue.

—Me vendría bien.

Al salir el amanecer Nimue se despedía de las amables personas del circo dándoles las gracias y reanudaba su camino hacia Graymalkin sin esperar lo que se encontraría allí.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora