DIECIOCHO

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Al otro lado del bosque, los terribles gemidos resonaban con una ráfaga de aire caliente antes de explotar en decenas de gritos. Ardilla y el Monje Llorón se aproximaron hacia el origen de ellos.
Personas con ropas extrañas se encontraban en el suelo ensangrentadas mientras la Trinidad acababa con ellos. Se trataba del circo donde más de la mitad ya estaban muertos o heridos.
El aire se llenó de humo negro y remolinos de chispas que al Monje Llorón le resultaron familiares. Los carros de aquellas personas habían sido quemados.

—¡Hay que ayudarles! —dijo Ardilla que sin dudarlo tomo su arco y corrió disparando a la Trinidad sin que el Monje Llorón pudiera detenerlo.

Sus flechas eran certeras pero aquellos hombres no sucumbían fácilmente. Mujeres y niños amontonados estaban aterrados detrás de los árboles.
Ardilla escucho un sonido gutural de una cuerda y vio que una flecha se hundía en el cuello de un hombre cerca de él. El chico se giró para ver la procedencia de dicha flecha y una sonrisa se dibujó en su cara al ver que fue el Monje Llorón y que se unía a él desenvainando su espada.
Justo después Ardilla no se esperó lo que vería cerca de esos carros. El humo negro reveló la silueta sombría de la hermana Iris que le apuntaba con su flecha mientras él se encontraba sorprendido y petrificado al verla luchar junto a la Iglesia.
La ancha mano del Monje Llorón agarro por el cuello de la camisa al chico empujándole hacia un lado para que la flecha no le diera.

—¡Muévete! —gritó el monje. 

Su voz hizo despertar al chico que volvía a ponerse en guardia.

Muchos Fey murieron aquel día pero también acabaron con la vida de varios hombres de la Iglesia. Iris estaba sorprendida por las habilidades de la antigua espada de Dios y decidió retirarse junto con la Trinidad.
Lograron salvar a casi la mitad de los viajeros que se escondían detrás de aquellos árboles. El monje se acercó a Ardilla preocupado.

—¿Uno solo contra decenas de hombres? ¡¿En qué pensabas?! No debiste atacar tu solo —replicó el monje.

—Soy muy capaz. Y no estaba solo, tú te uniste en la lucha —contestó con una mirada pícara.

—Eres demasiado osado para ser un niño. O tal vez demasiado estúpido —dijo con resignación.

Ardilla puso los ojos en blanco con una media sonrisa y se giró hacia los árboles.

—¡Ya podéis salir! ¿Estáis bien?

Aún asustados y con la mirada puesta en el Monje Llorón, los supervivientes empezaron a recoger del suelo lo poco que aún no había ardido. Con gesto tímido, el niño con pequeños cuernos en la cabeza indicó a Ardilla que se acercara a él. Su madre veía con recelo al monje y escupió al suelo como símbolo de asco provocando que él agachara la cabeza.

—La bruja lo ha logrado, los Fey están en el mar —dijo el pequeño en el oído del chico.

Los ojos de Ardilla brillaron como aquel agua salada que surcaban los Inefables, puro e inmenso.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora