UNO

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Bajo el vacío y oscuro cielo de la noche, un cuerpo flotaba a la deriva impulsado gentilmente por la corriente arrastrándolo hasta la orilla.

Un dolor agudo en el abdomen produjo que una Nimue aturdida despertara bruscamente de algo que había parecido un largo sueño. Dirigió su fría mano hacia la herida de su vientre intentando recordar que había ocurrido. A pesar de tener otra flecha clavada en su pierna el dolor era menor al de su estómago.

—¿Padre? —susurró Nimue inconscientemente con dificultad.

Esa palabra fue lo último que pronuncio antes de caer al abismo, una palabra que poco a poco le devolvía a la realidad.

Mal herida y desorientada se sacó con dificultad las flechas estallando en un gruñido de dolor. La sangre que salía de sus heridas empezó a correr más fuerte e intento ponerse en pie pero sus piernas no le respondían.

Aún sentada en el húmedo y frio barro un zumbido en su vientre hizo que alzara la mirada viendo a lo lejos dos profundos y expectantes ojos negros clavados en ella de un cervatillo algo extraño. El corazón de Nimue se agito pero no por temor sino porque sentía que había visto a ese animal hace tiempo. Era un sentimiento familiar y enseguida se percató de que no era la primera vez que lo veía. La última vez que lo vio fue en el Bosque de Hierro, en su hogar.

—¿Cómo es posible?...Te vi morir —dijo Nimue sorprendida.

La muerte no es el final. Ahí estaba otra vez, una voz que no procedía de su pensamiento. Aun aturdida, entornó los ojos para ver mejor al animal y entendió que no se trataba del mismo animalillo que una vez encontró en el verde y frondoso bosque que pensaba que nunca añoraría. Era la voz de Los Ocultos que una vez más les susurraban la misma frase mediante un inocente animal.

De repente un crujido entre la maleza hizo que el cervatillo saliera corriendo por su costado. Con temor a encontrarse con los Paladines Rojos o la Trinidad Nimue dirigió su mirada a todos lados intentando buscar desesperadamente su espada, pero fue en vano, allí no estaba.

La oscuridad de la noche hacía difícil ver qué o quién se aproximaba entre la maleza, solo una luna menguante iluminaba parcialmente el claro donde estaba.

Rápidamente Nimue se deslizo sobre el barro hasta esconderse detrás de un árbol con la esperanza de que no la hubieran visto. Estaba herida, demasiado débil para pedir ayuda a Los Ocultos y sus piernas estaban aún entumecidas pero no podía permitir que los Paladines Rojos la encontraran.

La luz de la luna mostraba unas sombras acercándose a ella por todas las direcciones acorralándola.

—¿Quiénes sois? 

Parecían seres sin vida, un rebaño con viejos harapos negros y manos descamadas que se abalanzaban hacia ella como un enjambre hambriento llevándola hasta su Rey. ¡Eran leprosos!

Los ojos de Nimue empezaron a cerrarse cayendo en un profundo sueño debido a un fuerte golpe en su vientre.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora