CUARENTA Y CUATRO

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El sol radiaba con fuerza tras la ventana de la habitación de una joven que llevaba un hermoso vestido de novia blanco con apliques bordados en marrón que hacían resaltar el color dorado de su cabello previamente adornado por ella con pequeñas flores que le recordaban a su mejor amiga.

—¿Estás lista? ¿Puedo pasar? —preguntó Briana al otro lado de la puerta.

—Adelante.

La madre asomó la cabeza por la puerta y al ver a su hija la abrió de par en par con fuerza.

—¡Mírate, estás hermosa! —aclamó Briana con orgullo—. Te he traído el collar de lapislázuli que te regaló Darrell, creo que es el día idóneo para que lo lleves.

—Gracias madre.

—Espera, tienes algo pegado en el pelo —dijo la mujer estirando su brazo para quitar las flores del cabello de Caili.

—¡Ya está, perfecta! Pareces una princesa.

Briana siempre ansió el mágico día en el que pudiera ver a su única hija casarse con un hermoso vestido, pero algo era diferente.

—Cuando te vea Darrell, se quedará anonadado —añadió la madre con una sonrisa forzada—. Todos los invitados ya están en la capilla. Tu padre, tu tío, la familia de Darrell y ese amigo tuyo Owen ya están allí.

—Pero Nora no está —interrumpió Caili con tristeza y prosiguió—. Debe haber salido ahora mismo de Castle Combe.

—Podría haberse quedado hasta después de la boda —protestó Briana con indignación cruzando los brazos.

—No la culpo, madre. Después de todo, esto es lo que ha producido que tomemos caminos diferentes. De hecho incluso me alegro de que hoy no esté aquí, será todo más fácil.

Briana veía a Caili vestida como una bella princesa, pero al escuchar aquellas frases apagadas que procedían de la boca de su hija, observó detenidamente el rostro de ella y notó un pinchazo en el corazón viendo que no había felicidad e ilusión en su expresión. El día que tanto tiempo había esperado no era como lo imaginaba.

—No quieres ser una princesa... quieres ser una guerrera —murmuró Briana para sí misma.

—¿Madre? ¿Has dicho algo?

—Esperaba que con el tiempo encontraras la felicidad con Darrell, pero me he dado cuenta de que eso no será así.

—¿Qué quieres decir?

El triste rostro de la chica se tornó en confusión. Briana exhaló antes de continuar.

—Sacrifiqué muchas cosas de mi vida al casarme con tu padre y, aunque lo amo, aún sueño en mi vida de antes. Fuimos muy egoístas contigo sin pensar en tu felicidad, como lo fueron mis padres conmigo en su momento. Caili, si tu sueño es ser caballero, debes ir a por él.

—¿Qué? ¿Hablas en serio? —interrogó agarrando con fuerza las manos de su madre con un desproporcionado entusiasmo mientras la miraba a los ojos sin pestañear.

—Si quieres alcanzar a tu amiga deberías correr —dijo provocando que su hija la abrazara llorando de felicidad.

Todo eran sonrisas y miradas cómplices que, a pesar de sus diferencias, las dos se querían mutuamente. Briana dio gracias a Dios por darse cuenta a tiempo de lo que verdaderamente importaba, la felicidad de su hija.
La chica se quitó rápidamente el collar y el vestido con el que no se sentía identificada y agarró del armario una vestimenta simple que solía llevar cuando un pensamiento pasó por su mente.

—¿Y qué pasa con las deudas? ¿Qué pasa con padre? —interrogó con preocupación.

—Yo me encargo, ahora vete. Escribe tu historia, recorre tu propio camino.

—¡Os quiero!

Esa última frase provocó unas lágrimas de alivio en Briana que, por primera vez en días, pudo saber que estaba haciendo lo correcto y supo que a pesar de todo su hija no la odiaba.
La chica bajó velozmente las escaleras cuando la voz de su madre la hizo parar en seco.

—Caili, no te olvides de esto, la necesitarás —soltó mientras le colocaba en las manos un objeto largo cubierto por una tela de cuero.

—¿Estás segura?

—Tu padre ya no la necesita y la espada debería pasar a su hijo, o en este caso a su hija.

—¡Gracias! —exclamó con frenesí—. Cuando me convierta en caballero serviré a alguien a quien llevo admirado por mucho tiempo y prometo que volveré con suficiente dinero como para saldar la deuda.

—Me conformo con volver a verte sana y salva.

La joven abrazó a su madre por última vez y salió de la casa rápidamente hacia las afueras del pueblo.

Minutos más tarde, los invitados voltearon hacia la entrada de la capilla donde Briana apareció sola con una pequeña maleta dirigiéndose hacia su marido.

—¿Ya está lista? —preguntó Alexandre a su esposa.

—Caili no vendrá —sentenció ella haciendo que el ambiente se volviera tenso.

Los confundidos padres de Darrell se levantaron bruscamente del banco, mientras los ojos curiosos de la gente se posaban en ellos.

—¡¿Qué significa esto?! —gritó furioso el padre del prometido a Alexandre haciendo resonar su voz por las paredes de aquel lugar.

—No... no lo sé... ¿cariño? —dijo nervioso mirando a Briana sin esperar la inesperada respuesta de ella.

—¡Me voy!

—¿Qué?

—Voy a irme con mi madre un tiempo, Alexandre. Quiero montar mi propia pastelería.

—¿Qué... qué quieres decir? ¿Me... me estas dejando?

—Lo que quiero decir es que necesito tiempo para mí misma. Alexandre te amo, eso no va a cambiar, pero no renunciaré a mi sueño.

Briana besó la mejilla de su esposo y con paso decidido y la maleta en la mano, salió de la capilla con una sonrisa. Los invitados comenzaron a cuchichear en la pequeña iglesia.

—¡Alexandre! ¿Qué es todo esto? ¿Dónde está tu hija? —gritó de nuevo el padre de Darrell—. ¡¿Cómo os atrevéis a dejar en evidencia a nuestro hijo?! ¡Haré que os repudien por esto! ¡Arruinaré vuestra vida y vuestro estatus social! ¡No tendréis nada!

Los padres del joven salieron furiosos haciendo resonar sus pisadas sobre los tablones de madera del suelo. Alexandre se sentó en el banco abatido, aún procesando lo que había ocurrido.
Mientras tanto al otro lado de la sala, Owen se encontraba cerca de varias chicas que susurraban entre ellas y reían con malicia sobre lo sucedido.

—Pobre Darrell, con lo guapo que es —comenzó una de ellas—. Caili siempre ha sido una chica muy rara que estaba en las nubes, pero jamás pensé que sería tan boba como para dejarlo plantado en el altar.

—Seguro que se ha ido con esa mendiga —añadió otra de las chicas—. Y su madre también ha dejado a su esposo. La reputación de ambas acaba de arruinarse —rió—. Tal vez la estupidez es hereditaria.

—Si luchar por tus sueños es algo hereditario, ¡es una familia con suerte! —irrumpió Owen en voz alta y con orgullo la conversación, haciendo enmudecer a las avergonzadas chicas.

A las afueras de Castle Combe, Caili corría por el largo camino de tierra hasta percibir a lo lejos la espalda de su amiga que caminaba con un saco sobre su hombro.

—¿Y lo de siempre juntas? —gritó Caili intentando recobrar el aliento haciendo que Nora volteara bruscamente hacia el origen de la voz.

—¿Caili? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Tu querías salir de aquí y conocer otros lugares y yo quiero convertirme en caballero y conocer a la Bruja Sangre de Lobos, así que qué mejor plan que ir con mi mejor amiga, ¿no crees? —declaró con una gran sonrisa provocando en Nora un sentimiento de enorme felicidad al saber que seguirían juntas pasara lo que pasara.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora