VEINTIUNO

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En la habitación menos iluminada de la casa, Caili se encontraba haciendo movimientos torpes con la espada de su padre cuando su madre irrumpió en la sala.

—¡¿Caili qué haces con eso?! ¡Suéltalo! Si te ve tu padre se enfadara.

La chica dejó con cuidado la espada donde estaba y su madre la sujetó por los hombros guiándola hacia el pasillo.

—Sé que no estás de acuerdo con la proposición de matrimonio con Darrel y sinceramente aun esperamos que este en pie a pesar de lo ocurrido. Asique tu padre ha llamado a tu tío para que pudieras hablar con él. Acaba de llegar, tal vez él te de otra perspectiva sobre el asunto.

Sin ganas, la chica se dirigió al piso de abajo donde un hombre con túnica se encontraba sentado en el salón. Ese hombre era el abad Wicklow, el hermano de su padre.

—Estás más hermosa que la última vez que te vi Caili.

—Me alegra verte tío. Hace mucho que no vienes a Castle Combe.

—Por desgracia Dios tiene todo mi tiempo. Pero ahora estoy aquí, tus padres me llamaron preocupados, dicen que no quieres comprometerte con un buen cristiano.

—Ni siquiera había pensado en casarme tío, no quiero ser esposa de nadie. Diles que lo que quieren hacerme es un error.

En silencio Alexandre y Briana observaban con nerviosismo al abad Wicklow mientras esperaban a que hablara.

—Caili... nuestro señor creó a la mujer como una compañera a medida para el hombre--

—¿Qué? No creo que fuera así... —replicó ella interrumpiendo al abad.

—No importa lo que creas —continuó él—. Las jóvenes como tú tenéis que aprender a ser buenas esposas.

—¡Pero la bruja no es esposa de nadie!

En ese  momento, la chica se arrepintió de soltar aquellas palabras apresuradas que salieron de su boca. La cara del abad Wicklow se ensombreció.

—¡¿La bruja?! La bruja es un ser demoniaco Caili. No te compares con ella y no vuelvas a mencionarla.

Su áspera voz estaba llena de enfado mientras sermoneaba a la chica que fue una ilusa pensando que su tío podría apoyarla.

Al terminar la agotadora conversación, Caili deseaba ver a Nora y Owen y contarles sobre la indeseable proposición ya que desde entonces no los había vuelto a ver. Abrió la ventana de su habitación y bajo con cuidado por el árbol que estaba pegado a la fachada escapándose a hurtadillas hacia la plaza del pueblo para verlos. Sus padres odiaban que estuviera con sus amigos porque la gente vería a su hija relacionarse con personas de clase baja, por lo que habitualmente quedaba a escondidas con ellos.

Al llegar a la plaza, Nora y Owen estaban sentados en la fuente de piedra como todas las tardes. El chico, quien estaba siempre comiendo, se llevaba a la boca un bollo relleno de mermelada cuando Caili se acercó.

—¿Dónde te habías metido? Llevas días sin aparecer —dijo con intriga Nora que esperaba una respuesta que nunca llego.

Caili se recostó abatida en la fuente y suspiro mirando al cielo nublado antes de soltar unas inesperadas palabras.

—Quiero ser caballero... —murmuró ella de repente observando las formas de las nubes mientras sus amigos la miraban con asombro.

—Eso no es posible Caili, las chicas no pueden ser caballeros —afirmó Owen cuando de pronto aulló de dolor llevándose una mano a la rodilla por la patada que Nora le propinó.

—No le escuches, lo único en lo que piensa es en comer. Yo creo que lo harías muy bien —dijo Nora mostrándole una amable sonrisa.

Los tres se quedaron en silencio en la plaza vacía que sin el mercado local solo se podía escuchar el sonido de Owen masticando su bollo.

—Sabéis, yo también deseo algo —rompió el silencio Nora.

—¿A si? ¿El qué? —preguntó Caili mirándola.

—Quiero ver que hay más allá de este pueblo, salir de aquí. Estoy cansada de ver los mismos árboles y las mismas casas día tras día —expresó e hizo una leve pausa antes de continuar—. ¡Podríamos irnos de aquí los tres juntos! Caili se hace caballero, yo consigo salir de este pequeño pueblo y Owen... bueno, Owen puede cuidar los caballos.

—¿Qué? ¿Eso soy para vosotras? ¿Un simple mozo de cuadra? —contestó él con fastidio.

—Bueno también eres aprendiz de herrero asique eres el que más sabe sobre caballos— argumentó Nora mientras jugaba con sus rizos que caían sobre su frente.

—Que cruel Nora, pensaba que era vuestro amigo.

—Claro que lo eres, idiota.

Las chicas empezaron a reír cuando gotas de agua empezaron a caer del cielo con fuerza.

—De todas maneras yo no pienso salir de aquí. Castle Combe es mi hogar y me gusta mi oficio —decretó él.

—Tampoco podré ir contigo Nora... ni podré convertirme en caballero —habló Caili respirando lentamente antes de soltar la gran noticia—. Mis padres me han concertado un matrimonio sin mi permiso con el hijo de una adinerada familia de un pueblo cercano. Mi vida es un desastre, hasta han hecho planes después de la boda y tendré que irme con él lejos de aquí a una gran ciudad.

Sus amigos volvieron a sorprenderse, aquel día estaba lleno de sorpresas. Caili pateó el suelo violentamente llena de rabia levantando polvo por la arena.

—No pueden obligarte a hacer algo así —dijo Owen intentando destensar el ambiente.

—Ya sabéis que mi padre tienen deudas de apuestas y al unirme en matrimonio con una familia más poderosa subiremos de status e influencia y podrán saldarlas mucho más rápido.

—No lo entiendo, ¿Quién querría a una chica con tan pocas tetas? —se mofó Nora sin saber que decir intentando ocultar su tristeza mientras pensaba que era cuestión de tiempo que su mejor amiga se fuera muy lejos con su futuro esposo y que sus días juntas llegarían a su fin.

Caili quería escribir su propia historia, pero otros ya la estaban escribiendo por ella.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora