TREINTA Y NUEVE

99 8 2
                                    

El sol empezaba a caer produciendo hermosos colores en el cielo como si se trataran de las puertas del cielo tiñendo todo Pendragón.

—Fue un error. Confiar en tu enemigo fue un error —se repetía Nimue a sí misma una y otra vez mientras seguía a Ardilla escabulléndose por las calles cuando, de pronto, el chico volteó hacia ella y se paró en seco perplejo.

—Nimue, ¿estás bien? ¿Por qué lloras?

Sin que ella se percatara, lágrimas corrían incontrolablemente por sus mejillas.

—Lancelot... Lancelot nos ha traicionado —musitó.

—¿Lancelot? Eso no es posibl--

Sin esperar a que el chico terminara de hablar, Nimue comenzó a andar velozmente con la mirada fija, como si hubiera visto una presa a la que cazar.
Con un fuerte golpe empujó al monje contra una de las paredes y le puso su cuchillo en su cuello.

—¿Cómo has podido?

—¿De qué hablas? —preguntó desconcertado.

—¡Me engañaste! ¡Solo querías ganarte mi confianza para entregarme a la Trinidad y los avisaste! —reprochó dolida mirándole fijamente a los ojos sin apartar el cuchillo de él.

—¿De qué estáis hablando? —intervino Ardilla—. ¡No hay tiempo, tenemos que irnos!

—Nimue escucha, no es lo que piensas, sabía que algo iba mal pero--

—¡Confié en ti y me traicionaste! —lo interrumpió afligida apretando el cuchillo contra él—. ¿Sabes que es tener amigos? ¿O lo que es preocuparse por los demás, por tus seres queridos? ¿Acaso sabes lo que es sentir algo? Yo creo que no —declaró con frialdad—. No quiero volver a verte, Lancelot.

Durante ese tiempo, decenas de hombres de la Trinidad recorrían puerta por puerta las casas de Pendragón atemorizando a los lugareños mientras buscaban a la Bruja Sangre de Lobos en sus casas.

—Nimue, escúchame por favor —suplicó el monje sujetando la muñeca de ella en la que aún portaba el puñal sobre su garganta—. Ardilla y tú fuisteis las únicas personas que me mostraron bondad desde hacía mucho tiempo y eres la única que me dio un motivo por el que vivir y por el que realmente quiero luchar. Ahora sé que no hay nada malo en lo que soy y que quiero proteger a mi pueblo, protegeros a los dos. Por ello, ¿crees que te traicionaría? Nimue, no les avisé, créeme.

Aquellas palabras inesperadas la sorprendieron dando un paso atrás y desviando el cuchillo de la garganta de él. Los profundos ojos del monje eran sinceros y, aunque ella se decía a si misma que no cayera en sus mentiras, en el fondo le creía.

—Nimue, el rey Uther fue quien avisó a la Trinidad, todo era una trampa —continuó él—. Si no estás tranquila porque no puedes confiar en mí y quieres que me vaya, lo entenderé y lo aceptaré.

—Yo... yo no...

—¡Oye, vosotros dos! —gritó Ardilla—. No es tiempo para discusiones. Lancelot, encontré una salida como me pediste, así que si ya habéis terminado de jugar salgamos de este infierno.

Los tres se pusieron en marcha aprovechando el caos del lugar mientras la joven avergonzada agachaba la cabeza, pensando en su equivocación producida por antiguos prejuicios e influencias y el inesperado miedo que le produjo pensar en su traición.

—Lo siento, me he precipitado. Yo... no quiero que te vayas —susurró ella asegurándose de que solo él la escuchara.

Una sacudida se produjo en el corazón del Monje Llorón que enmudeció deseando abrazarla y decirle que no se iría de su lado.
Mientras tanto, Ardilla les condujo hasta un riachuelo en el exterior de Pendragón cuando Nimue se encontró a alguien a quien no esperaba ver.

Cursed 2 (Maldita 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora