Jimin

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El día que Jimin llegó por primera vez al palacio ya estaba oscureciendo y en las calles no se veían muchas personas, ya que la lluvia torrencial mantenía a los habitantes en sus casas. Jimin llegó al palacio cruzando por un portón en la parte lateral del palacio que los sirvientes utilizaban para llegar a sus áreas de trabajo. Ya dentro del palacio, caminó rápidamente, pasándole por el lado a varias personas y puertas que al parecer llevaban a diferentes áreas del palacio. Jimin seguía caminando sin saber a dónde iba, el sólo quería protegerse de la lluvia. Algunos sirvientes se encontraban limpiando en los pasillos. Hasta que un olor muy agradable llamó su atención haciendo sonar su abdomen, ya hacía par de días que él no comía. Abrazó su pequeña cintura, intentando calmar el ruido de su estómago. El olor lo llevó a la cocina donde ya varias de las empleadas estaban dejando listo todos los alimentos que se servirían el próximo día.

La señora Lola era la encargada de que todo estuviera en orden en la cocina y demás áreas y que todo estuviese limpio y ordenado como le gustaba al Emperador. La misma se voltea al escuchar una de las puertas de la cocina abrirse; en esos momentos ve a un hermoso chico de baja estatura entrar todo empapado.

- ¿Jovencito, por qué estas todo mojado? Le pregunta la señora Lola toda preocupada.

-Discúlpeme, es que está lloviendo mucho afuera- le respondió el chico haciendo una reverencia apenado por la condición que se encontraba.

-Pero, por que andas por las calles solo a estas horas? Es muy peligroso le preguntaba la señora Lola.

- No tengo donde ir- le contestó el chico en voz baja y su cabeza inclinada.

- Cómo te llamas jovencito y que edad tienes?

- Me llamo Jimin, Park Jimin y tengo 22 años.

- Bueno jovencito te daré comida y ropa para que te cambies, pero a cambio de eso tendrás que trabajar.

- ¿Pero, trabajar en qué? - me quedé pensando y poco preocupado. No sabía hacer muchas cosas, solo algunos dulces, pero haría lo que fuera con tal que no me tire a la calle.

- Mira chico, en el palacio necesitamos un sirviente para el Emperador porque los otros los echaron de sus puestos.

- El Emperador es bueno?
-Si jovencito, él es muy bueno.
- Eh- esta bien, entonces sí, acepto. Le estoy agradecido por no haberme tirado a la calle nuevamente, trabajaré aquí para usted- lo dijo feliz ya que no tenía para donde ir y estaba agradecido. Lo que nadie sabía era que ese chico rubio se había escapado de su casa; pero nadie debía saberlo, ni su verdadera identidad.

- Bueno, me alegra que aceptes, mi nombre es Loh-Nim-La pero todos me llaman señora Lola, y llevo trabajando con la familia del Emperador cerca de 30 años.

- 30 años! - no lo podía creer.
- Si yo soy la Nana del Emperador, lo he cuidado desde que nació, sus padres murieron cuando él tenía 17 años.

- Murieron? - el escuchar eso me causó un extraño dolor en el pecho.

- Así es Jimin, en un accidente; fue una tragedia que devastó a todos en el palacio. Así que ese tema en el palacio está totalmente prohibido; ¿comprendes chico?

- Comprendo señora - contesté. Era muy obvio que aún le dolía a la señora Lola. Se notaba la tristeza en sus ojos.

- Vamos para que comas algo  y te cambies esa ropa. Te quedarás aquí en el palacio en una de las habitaciones para sirvientes. Eres un niño muy lindo para estar solo por las calles a estas horas. No quiero que te enfermes antes de comenzar a trabajar. - le di las gracias y un abrazo.

- De nada Jimin, solo te pido una cosa, nunca seas grosero con el Emperador.

- Si señora tranquila haré mi mejor esfuerzo para ser un buen sirviente- Jimin sonrió e hizo una reverencia ante la señora Lola.

El Emperador y mi Príncipe "©"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora