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Las manos me sudaban a horrores, no podía mantenerme quieto en un sólo lugar dentro de mi habitación porque todo lo que pensaba era en la cita que tendría con Michael en unos minutos más. Michael se encontraba afuera, sentado en el sofá esperando pacientemente por mí. Había estado alrededor de media hora arreglándome para un chico que ni siquiera me gustaba. Así es, mi compañero de cuarto no me gustaba y nunca lo haría.

Sacudí la cabeza y cogí la chaqueta negra que yacía en mi cama. Me la pase por el hombro y salí de mi habitación. Michael fumaba un cigarrillo, con las piernas cruzadas una sobre la otra. Cuando alzó la mirada, esbozó una pequeña sonrisa.

—Que guapo. –dijo apenas en un susurro. Puse los ojos en blanco y deje la chaqueta en el sofá, dirigiéndome a la cocina.

— ¿A dónde iremos? –pregunté. Tome un vaso de agua y voltee a verlo, deteniéndome en sus ajustados pantalones negros. Nuestra forma de vestir era sorpresivamente similar y eso me asustaba. Podríamos compartir ropa y ni siquiera nos enteraríamos.

—Da igual, sólo salgamos. –respondió colocando su cigarrillo dentro del cenicero. –Podemos ir a cenar.

— ¿Por qué haces esto?

— ¿De qué hablas?

—Ya sabes, no es necesario que salgamos, me siento mal por la simple razón que te obligo a hacer algo que no quieres. –hable pausadamente en busca de las palabras correctas. No quería arruinar las cosas, bastante mal estaban como para empeorarlas. Michael sacudió la cabeza, sacando un nuevo cigarrillo para luego ponerlo entre sus labios.

—No me siento obligado a esto.

— ¿Entonces por qué lo haces?

—Porque quiero.

Vaya respuesta.

Ignore esto último y cogí mi chaqueta, dirigiéndome a la puerta no sin antes apagar el televisor que Michael había dejado prendido. Él iba detrás mío, aun fumando y también vestía una chaqueta negra bastante similar a la mía. Una gorra negra adornaba su cabeza y el piercing en su ceja solamente lo hacía ver más interesante.

— ¿Quieres ir en coche o a pie?

—Coche.

—Sube, entonces.

Bajamos al estacionamiento, oscuro y con olor a humedad. Era casi aterrador, sin contar que sólo su coche era el único ahí. La mano de Michael rozo intencionalmente la mía, sus pequeños dedos jugueteando con los míos, casi debatiendo entre tomarlos o no. Finalmente sujetó fuertemente mi mano, entrelazando nuestros dedos.

—Uh, ¿qué estás haciendo? –pregunte incómodo.

— ¿Agarrar tu mano? –respondió como si lo que estaba haciendo fuera algo obvio. Puse los ojos en blanco y me deshice de su agarre, abriendo la puerta de copiloto. Michael cerró la puerta detrás de mí y a los pocos segundos, ya estábamos en marcha. — ¿A dónde quieres ir?

—Tengo hambre.

—Oh, yo también tengo hambre. –su mano lentamente bajó por mi entrepierna, situándola en el interior de mi muslo. –, pero no de comida.

—Basta.

Aleje su mano sin parecer maleducado pero la forma en que me tocaba me molestaba. Me molestaba porque me hacía querer más cada vez que lo hacía y no quería más de Michael. Una vez que tuviera algo de él, ya nunca más tendría suficiente.

— ¿Te apetece la pizza, guapo?

—Sí, pero no me llames así.

—Luke.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now