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Sus labios presionan suavemente la delicada piel de mi cuello, ejerciendo fuerza en la palpitante erección. Desabrocho mis pantalones y hundió su mano dentro de ellos, liberando mi erección.

—Estas tan duro. –dijo en voz baja, lamiendo y mordisqueando mi piel. – ¿Estas tan bien con esto?

—Sí.

Sonrió.

Comenzó a bombear mi erección, sin despegar sus labios de mi cuello. Enrede mis brazos alrededor de su cuello, hundiendo mi rostro en el hueco de su cuello, respirando con dificultad.

—Espera, detente. —le rogué y retrocedí un poco. Abroche mis pantalones y con las mejillas rosadas lo mire fijamente a los ojos, observando su rostro. Michael puso los ojos en blanco, echándose al sofá y saco el paquete de cigarrillos. —Lo siento.

—No importa.

Torpemente encendió su cigarrillo, dando la primera calada. Hice una pequeña mueca de asco al oler el desagradable olor que desprendía de este. Nunca me había gustado el olor del cigarrillo, me parecía asqueroso y Michael lo hacía todo el tiempo, sin importar si era día, noche o tarde, él fumaba.

—Joder, odio que fumes todo el tiempo. –solté molesto, cruzándome de brazos. – ¿No puedes ir a tu habitación?

— ¿Y tú no puedes ser tan molesto? –respondió con una sonrisa socarrona.

Entonces, sin poder contenerme más, me dije internamente que haría una imperdonable estupidez. Me lance a sus brazos, devorando cada centímetro de sus labios.

—Mierda, ¿qué haces? –Michael pregunto, cogiéndome de la cintura y posicionarme sobre su regazo.

—Querías sexo, ¿cierto?

El asintió, observándome con su burlona sonrisa.

— ¿Eso es lo que quieres?

—S –sí, hagámoslo.

Michael beso cortamente mis labios una vez más, para después inclinarse y desabrochar los pantalones, liberando mi erección. Paso suavemente su lengua por la punta, lamiéndolo con avidez, con ternura, sus pequeñas manos sujetando mis caderas con fuerza, hasta que mis caderas se movían por si solas a su boca, excitado.

—Entra, ahora. –susurre, con la respiración irregular.

—Todavía puedes decir que no. –me miro directamente a los ojos, pidiendo mi rendición. –, no tenemos que hacerlo ahora mismo.

—Quiero hacerlo. –asentí.

Sonrió a medias y delicadamente me quitó la camiseta, lanzándola al otro lado de la habitación. Beso mis clavículas suavemente mientras sus manos, recorrían todo mi torso, disfrutando cada centímetro que tocaba.

—Vamos a tu habitación. –dijo él, tendiéndome una mano. Asentí torpemente, tomando su mano y dejándome guiar hasta mi habitación. — ¿Estás seguro de esto?

— ¿Por qué preguntas tanto? ¿Estas preocupado? –alce ambas cejas a su dirección, mientras me sentaba en el borde de mi cama. —No pasa nada, Michael.

—Es sólo que eres el hermanito de mi mejor amigo. –hizo una pausa, mirando al techo. —No estaría bien.

—Lo que digas, ahora cállate y bésame.

Michael sonrió y se inclinó, rozando nuestros labios antes de que jalara de su camiseta, llevándolo conmigo.

— ¿Listo? –preguntó, mirándome por un breve momento. Asentí y mordí mi labio inferior con nerviosismo al sentir como Michael lentamente se hundía en mí. —Dime cuando estés listo.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now