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Tan pronto como Michael había dicho esas palabras, me separe de él empujándolo hasta el otro extremo, impidiendo que se acercara de nuevo. Mis lágrimas comenzaron a mojar suavemente mis mejillas y no podía controlarlas, por más que lo intentaba. Michael era un completo idiota.

—Lo siento mucho. –se disculpó en voz baja, intentando acercarse de nuevo. –No sé por qué...

Negué con la cabeza, diciéndole que no importara aunque fuera mentira. No quería ni siquiera mirarlo a los ojos. Simplemente necesitaba ir a dormir un poco e intentar olvidar lo que había sucedido.

—Olvídalo, no importa. –murmuré, inclinándome a coger mi camiseta y luego ponérmela de nuevo. Michael seguía pidiendo disculpas como si eso fuera a arreglarlo todo. —Buenas noches.

— ¿Cuantas veces tengo que pedirte disculpas? –preguntó poniéndose la camiseta de nuevo y quedarse sentado sobre el sofá, congelado.

— ¡Hasta que pueda creerte! –grite, cruzándome de brazos y dirigiéndome hacia mi habitación cuando me detuvo. Puse los ojos en blanco, dejándome arrastrar de nuevo a él.

—Mira, en verdad lo siento mucho. Todo esto del embarazo me tiene inquieto. –comenzó a divagar, bajando su mirada al regazo mientras jugaba nerviosamente con la punta de sus dedos.

—Sólo deberías olvidarte de mi hermano. –dije. –No es como si fuera a abandonar a Mónica por ti.

Dicho esto me puse de pie e ignorando los llamados excesivos de Michael me adentre a mi habitación, decidido a descansar un poco. Sinceramente hoy había sido un día difícil para todos, no exactamente para Michael. Es decir, yo casi decía algo de lo que me arrepentiría después.

— ¿Luke? –minutos después escuche ligeros golpes en mi puerta. Rodé los ojos, dándome la vuelta ignorándolo de nuevo. No quería hablar con Michael, todo sería lo mismo. –Abre la puerta, por favor. Quiero hablar contigo.

—Podemos hablar mañana. –le dije lo suficientemente alto para que pudiera escucharme y con la esperanza de que accediera y me dejara sólo, pero no fue así.

—Podemos, pero esto no puede esperar hasta mañana. –golpeó una vez más la puerta.

— ¿Es muy importante? —pregunté cansadamente, indeciso en levantarme y abrir la puerta sólo para verle la cara de nuevo.

—Supongo que sí. De no ser importante, yo no estaría aquí. –dijo está vez en tono suave tan pronto como las últimas palabras fueron pronunciadas.

Entonces finalmente me puse de pie, dirigiéndome hasta la puerta de mi habitación y abrirla. Michael se encontraba sentado en la puerta, con las mejillas ligeramente rosadas y los ojos cristalizados como si hubiera estado llorando. Se veía tan tierno ahí sentado en el suelo con ambas piernas cruzadas, una sobre la otra.

—Bueno, ¿qué es tan importante? –dije, recargándome en la puerta con los brazos cruzados, esperando a que Michael dijera algo más.

— ¿Puedo entrar?

—Sí.

Michael asintió y lentamente se adentró a mi habitación, mirando a su alrededor como si no recordara como lucía esta habitación.

— ¿Entonces? –le insistí, impaciente. – ¿Que tienes que decir?

—No sé si estoy emocionalmente preparado para hacerlo.

—Sólo dilo.

—Bueno, ¿cómo estás? –preguntó, mirándome inocentemente. Rodé los ojos, mirándolo incrédulo y le dije que simplemente me dijera lo que tenía que decirme.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now