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Cuando desperté y baje las escaleras en busca de un vaso de agua, encontré el peluche de Michael sobre el sofá. Estaba sentado de forma que parecía ser una persona mirando hacia ningún lugar en especial, simplemente estaba ahí.

—Hola. –salude divertidamente. Sabía que no obtendría una respuesta de parte del peluche, pero me divertía hacerlo mientras por el otro lado, Michael creía que era extraño saludar a un peluche. Era más extraño dormir con uno a su edad.

Cogí un vaso de agua, recargando los codos sobre la mesa de mármol mientras veía hacia la habitación de Michael. Después de haber pasado todo el día juntos y regresar a casa, estuvimos viendo un par de películas de terror en las cuales él me abrazaba cada vez que una fuerte escena aparecía. Me gustaba sentir el cálido cuerpo de él cerca del mío.

Michael se había ido a su habitación, incluso mascullando por lo bajó que esa noche no dormiría por las películas. Me pidió dormir conmigo, sin embargo, lo rechace. Las cosas entre nosotros todavía no estaban bien, y sabía que dormir juntos simplemente no sería la solución.

Justo cuando me di la vuelta para dejar el vaso en fregadero, sentí un par de manos rodear mi cintura, obligándome a darme la vuelta.

—Buenos días. –ronroneó, hundiendo su rostro en el arco de mi cuello. Sus labios se movían con lentitud por la piel de mi cuello, dándome una sensación que nunca antes había sentido. — ¿Dormiste bien?

—Lo hice. –asentí. – ¿Qué tal tú?

—Hubiera dormido mejor si me hubieras dejado quedarme contigo. —se quejó, mordisqueando la piel y después besar cortamente mis labios.

—Uh, no hagas eso. –dije en voz baja, dando un paso hacia atrás y poner una mano sobre el pecho de Michael impidiendo acercarse.

—Bien, lo siento. –respondió bajando la mirada al suelo y jugar nerviosamente con sus pequeños dedos, cosa que encontré adorable. —Es sólo que no puedo evitar hacerlo.

—Aprende a hacerlo entonces. –sacudí la cabeza, inclinándome a sacar una sartén y también ingredientes de la alacena. 

Me movía de un lado a otro, buscando todo lo necesario para hacer el desayuno, y Michael sólo me seguía como si fuera un niño pidiendo un dulce a su madre. 

—Detente, Jesús.

—Déjame ayudarte. —susurró mientras tomaba asiento en uno de los taburetes, apoyando la barbilla en sus manos.

—No te apures, esto será rápido. —aseguré, meneando la cabeza.

—Vamos, sólo quiero ser de utilidad. —murmuró. —Puedo ayudarte a batir los huevos o... No sé, he sido un total cretino contigo.

— ¿Y eso lo arregla? —me burlé, dándome la vuelta para cortar las verduras y echarlas al sartén.

—No realmente. —dijo, encogiéndose de hombros. 

—Lo que hice está mal, lo sé y nada de lo que haga podrá arreglarlo.

Los siguientes minutos, Michael seguía insistiendo en ayudarme a preparar el desayuno incluso cuando había terminado.

— ¿Luke? —preguntó, ladeando la cabeza hacia un lado mientras se llevaba un trozo de carne a los labios.

— ¿Sí?

— ¿Te gustaría tener sexo luego? –sonrió pícaramente.

—No.

Michael se rio entre dientes, negando con la cabeza como si estuviera dándose cuenta de lo estúpido que era.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now