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Parte II

Michael regresó a su departamento y no hizo falta preguntar para que, pues estaba bastante seguro de lo que sucedería una vez que llegará a su departamento. Sin embargo, me aseguró que todo estaría bien y sólo necesitaba esperar un par de minutos antes de que estuviera de vuelta y pudiéramos hacer lo que yo quisiera.

Comenzaba a sentirme mal por el chico que se encontraba en el departamento, ya que parecía ser un buen chico y no merecía pasar por esto. Pero, no podía hacer demasiado.

Por lo que ahora me encontraba sentado esperando a Michael mientras veía pasar a las personas por el boulevard. Trataba de distraerme con las personas, notando como pasaban con rostros de preocupación, y una que otra pasaba con sus parejas.

Honestamente echaba de menos vivir en Sidney, donde los días no pasaban tan rápidos como en Nueva York. Mi vida en casa de mi hermano era demasiado rápida, pues todos se movían tan rápido que nunca parecían dormir.

Pase una mano por mi cabello, bajando la mirada al reloj que yacía en mi muñeca simplemente para averiguar que Michael se estaba demorando. Sólo esperaba que nada malo estuviera pasando en su departamento, y aunque me hubiera gustado acompañarlo no pude. Michael pensó que no era necesario ni justo que aquel chico me viera.

Mis ojos viajaron desde la multitud de personas hasta el asfalto donde encontré a un pequeño gato caminando hacia mi dirección. Sonreí para mis adentros, invitándolo a acercarse a mí, tratando de darle seguridad. No quería hacerle daño, simplemente quería acariciarlo mientras Michael no estaba.

El gatito maulló cuando se encontró lo suficiente cerca de mí, y mis manos acariciaron delicadamente su lomo. Era tan pequeño y tierno que me recordaba a aquel gatito que Michael recogió de la calle. Al final, el gatito no se quedó con nosotros, pues mi hermano era alérgico a ellos y el dueño del edificio no permitía mascotas.

—Pequeño, ven aquí. —sonreí como palmeaba mi regazo. El pequeño gato dio un saltito hasta encontrarse encima de mí, ronroneando y restregándose contra mi mano.

Aún recuerdo la triste expresión de Michael cuando se enteró que el pobre gatito no podía quedarse con nosotros. Él realmente quería a ese gato, se había encariñado tan rápido con él que juraba haberlo visto llorar cuando Mónica le dijo que lo regresará.

Busqué torpemente entre mis bolsillos, tratando de aparecer mágicamente algún alimento que pudiera darle pero en su lugar encontré un pedazo de papel arrugado.

Acomode al gatito en mi regazo mientras desdoblaba aquel pedazo de papel, esbozando una sonrisa de oreja a oreja cuando leí lo que decía. Lo había escrito yo en el avión, pensando en Michael obviamente.

Sabía que era demasiado apresurado, pero estaba tan cegado por el amor que no me importó gastar mis ahorros antes de venir a Australia y escribir aquello en el pedazo de papel arrugado.

El gatito me miró con ojitos curiosos, como si estuviera interesado en aquel papel que levantó una de sus patitas, bajando mis manos hasta su altura y lamió mi mano.

— ¿Me ayudarías? —susurré, cogiendo el papel en una mano mientras que la otra rebuscaba en el bolsillo, sacando una cajita pequeña color negro. —Es muy apresurado, ¿no?

El gatito no maulló.

—Sí, eso pensé.

Releí una vez más aquel papel arrugado, encontrando mi propuesta demasiado cursi.

« ¿Quieres casarte conmigo? »

Se leía en la nota.

Sacudí la cabeza como volvía a guardar la cajita dentro de mis bolsillos, descartando la propuesta por el momento. No podía simplemente arrodillarme y pedirle matrimonio, aunque deseaba hacerlo. No era el momento adecuado, tomando en cuenta que ni siquiera sabía en qué punto de nuestra relación nos encontrábamos y lo había encontrado con alguien más, pensando que él estaría esperándome con los brazos abiertos.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now