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— ¿Estás listo? —Mónica preguntó al mismo tiempo que entraba a la habitación con una sonrisa. Han pasado tres semanas desde que nos invitó a la boda de su mejor amigo y finalmente la fecha llegó, y no podía estar más nervioso por ir.

Desvié la mirada del espejo para ver a Mónica y deleitarme con su atuendo. Se veía hermosa vistiendo un vestido color hueso a la altura de la rodilla con el cabello recogido en una trenza de lado.

—No en realidad no. —suspiré, volviendo al espejo y pasar mi mano por el cabello, tratando de fijarlo de un solo lado. Mis manos estaban sudando al igual que la primera vez que salí a comer con Michael.

—Bueno, tu novio está listo. —Mónica sonrió, dando un paso más cerca de mí. Tiró del nudo de mi corbata, logrando que me inclinará a su dirección y arreglará el nudo de este.

—Me gustaría verlo. —admití.

—Él también desea verte. —me dice Mónica, poniéndose de puntillas y su cabello me roza la cara. Me besa en la frente.

Mi cuerpo entero está temblando. Se siente como si estuviera alistándome para nuestra boda y algo en mi interior me dice que un día podría ser, pero a veces lo vea tan lejos.

— ¿Están listos? —la voz de mi hermano retumba en la habitación y lo veo de pie en la puerta con una sonrisa de ganador. Casi dejó escapar una risita de alivio al ver como Mónica le sonríe a su marido por primera vez en mucho tiempo.

—Estaremos listos en un minuto, amor. —Mónica le dice al chico de rulos, lanzándole un beso volado.

—Sólo estoy demasiado nervioso. —confesé y me reí entre dientes, apoyando una mano sobre el vientre de Mónica. Ella estaba en las últimas semanas de embarazo y aunque ha tenido una que otra complicación al respecto, todo parecía ir bien.

—Y eso que no has visto a tu novio en traje.

— ¡Ashton! —le reprendo, completamente abochornado ante la imagen de Michael en traje, tendiéndome la mano y dedicándome una pequeña sonrisa.

— ¡Fuera de aquí! —Mónica le dice al rizado, una sonrisita escapándose de sus labios. La chica se dirige a la puerta, pidiéndole a mi hermano que deje la habitación mientras besa cortamente sus labios.

Miró la escena conmovido, todavía sin poder recordar lo mucho que extrañaba que se besaran frente a mí. Era extraño pensar que llevaba viviendo con ellos como si fuéramos una familia. Yo sabía que tarde que temprano Michael insistiría en regresar a Australia y vivir en su viejo apartamento solo nosotros dos, pero por ahora no podía estar más feliz al ver como la pareja se demostraba amor de nuevo.

— ¿Qué pasa? —Mónica me pregunta, confusa al percatarse que no he dicho nada.

— ¿Ustedes no se separarán? —me atrevo a preguntar, capturando mi labio inferior entre los dientes. — ¿Siguen amándose como el primer día?

Mónica se acercó y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos. Me miró a los ojos y susurró. —Somos una familia.

—Entonces, ¿nunca dejarán de amarse? —hago una pausa. —N –No quiero vivir en un hogar roto.

—No, no, por supuesto que no. —me aseguró. Acarició mi mejilla con cariño, haciéndome sentir como en casa una vez más. —Tú hermano y yo seguimos amándonos y no dejaremos que esto se derrumbe.

—Te amo. —susurré.

Posiblemente nunca imagine decirle un te amo sincero a una mujer que no fuera mi propia madre, sin embargo, en el tiempo que llevaba viviendo aquí tanto como Mónica y mi hermano me habían demostrado lo mucho que me amaban y me apreciaban como si fuera su propio hijo. Yo quería a Mónica como si fuera mi madre, pues sus tratos hacia mi persona se sentían de esa manera.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now