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Luke

—Buenos días, pequeño. —saludo Michael con una sonrisa adornando su rostro. Una semana había pasado desde que oficialmente regresé al apartamento a vivir a su lado y las cosas no podrían ir mejor. 

— ¿Nos quedamos dormidos de nuevo? —pregunte, todavía adormilado. — ¿Qué hora es? El teñido se inclinó a la mesita de noche, cogiendo el celular y verificar la hora.

—Casi son las 10:00 de la mañana. —murmuró. Paso ambos brazos por atrás de mi cintura, pegándome a su pecho y hundir la barbilla en mi cuello. —Quédate conmigo un poco más. —añadió.

—Tenemos que hacer cosas en casa. —le dije, tratando de darle ánimos y levantarnos de una vez por todas. Michael soltó un gruñido.

—Podemos hacer cosas más divertidas estando aquí acostados. —susurró contra mi cuello. Mordí mi labio intentando ahogar un gemido al sentir su respiración golpeando mi piel.

—Eso dijiste anoche. —me reí entre dientes. —Y terminamos haciendo prácticamente nada como ahorita.

—Estábamos acurrucados. —se excusó él. Volqué los ojos y trate de alejarlo un poco, cuando sentí sus fríos labios besar mi cuello, pasando la lengua de un lado a otro.

—Michael, detente. —gemí.

Él negó con la cabeza y volvió a presionar sus labios contra la sensible piel de mi cuello, lamiendo suavemente cada centímetro como si la vida dependiera de ello. No tardó demasiado para sentir sus dedos deslizarse por dentro del pijama, tomando mi pene y pasar el pulgar por la punta.

— ¿Te gusta esto? —me pregunto aún sin despejar sus labios de mi piel. Su mano lentamente comenzó a ir de arriba hacia abajo, causándome pequeños gemidos de placer. —Te has puesto tan duro.

—Eres la persona más detestable que conozco. —gruñí.

— ¿Además de Abigail? —se burló Michael.

—La segunda persona más detestable que conozco. —gruñí de nuevo. Eché la cabeza hacia atrás cuando Michael decidió a mover su mano cada vez más rápido. —M-Michael...

—Me gusta el sonido de mi nombre saliendo de tus labios. —dijo él, inclinándose a morder mi hombro.

De un momento a otro arquee la espalda y me deje ir mientras Michael se llevaba sus dedos a la boca, lamiéndolos uno por uno sin apartar la mirada de mí. —Eres delicioso. —sonrió.

—No puedo creer que me haya venido en mi pijama nueva. —me queje, haciendo un puchero. —Todo esto es tú culpa.

—No vayas a decirme que no te gustó porque no te creo —se burló Michael. Negué con la cabeza, sonrojándome ante sus palabras cosa que lo hizo reír incluso más fuerte y acto seguido besó cortamente mis labios.

—Bueno, ahora tenemos que levantarnos y hacer algo productivo en casa. —le dije justo antes de levantarme y buscar algo limpió entre los cajones de Michael. Cogí una camiseta negra de Green Day, con algunos agujeros en ella y me la puse.

— ¿Tenemos que hacerlo? —se quejó.

— ¿Quieres vivir entre basura por siempre?

—Tal vez por un día más. —dijo con una sonrisa inocente. Volqué los ojos y me incline a su dirección, besando una vez más sus labios. — ¿Podemos tener sexo matutino?

—Lo tendremos cuando terminemos. —le prometí sonriente.

Sus ojos se iluminaron al instante. — ¿Hablas en serio?

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now