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Después de escuchar aquellas hirientes palabras de Michael y unir todas las piezas del rompecabezas, me escondí en el baño y traté de no romper en llanto. Dejé escapar un profundo suspiro como hundía mi rostro entre mis piernas, sujetándolas con fuerza entre mi pecho. Limpie rápidamente las lágrimas que amenazaban por caer con ayuda de mi mano.

Nunca imagine que Michael me diría esas palabras. Es decir, en un principio logré llegar a pensar que tal vez era un remplazo pero eventualmente, Michael cambió y las cosas mejoraron. Sin embargo, ahora mi pecho ardía y mi cabeza trataba inútilmente de desechar ese recuerdo de mi cabeza.

Solté un gemido al percatarme de un sonido proveniente de mis bolsillos e inmediatamente supe que se trataba de mi celular. Limpie de nuevo mis ojos, metiendo la mano en mis bolsillos y sacar mi celular. Mónica no había dejado de llamarme desde que había desaparecido, y aunque era injusto que la dejará con esa preocupación, pues ella siempre estaba al tanto de mi cuidado no quería ver a nadie en estos momentos. Sólo quería que Michael regresara y me sujetará entre sus brazos, besándome y llenándome de amor.

No quería preocuparla, no era bueno para ella en su estado estar demasiado preocupada por un estúpido adolescente cuando tenía que estar en reposo total. No quería hacerla sentir culpable tampoco, se supone que yo debía cuidar de ella, pero era demasiado torpe para cuidar de mí mismo como para tratar de cuidar de alguien más, especialmente de una mujer.

Mi celular continuó sonando durante los próximos minutos y finalmente me decidí a atender la llamada. Cerré los ojos con fuerza y expulsando todo el aire acumulado hable.

— ¿Hola? —salude débilmente y con la voz cortada.

— ¿¡Dónde estás!? —Mónica gritó y di un saltito por la sorpresa, casi tirando el celular. Pellizque mis piernas, descargando todo mi dolor en esa zona y mordí mi labio inferior, evitando gemir de dolor.

—Mónica. —solloce con mi voz levemente quebrada. —T –Te necesito, por favor.

— ¿Qué? ¿Estás bien? —preguntó con tono preocupado y mentalmente me abofeteé por ser demasiado débil. — ¿Dónde estás?

—N –No. —hice una pausa, volviendo a pellizcar una de mis piernas. —Simplemente ven, por favor. —declare.

Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, derramándose por mis mejillas y lo único que podía hacer era permanecer en posición fetal, mientras trataba de no pensar en Michael. Cosa que no era fácil, pues todos mis pensamientos se basaban a él.

Unos cuantos golpes me sacaron de mis pensamientos y escuché una voz al otro lado de la puerta, pidiendo entrar. Negué inconscientemente con la cabeza, hundiéndome más entre mis piernas y sollozar en silencio. No era la primera vez que alguien pedía entrar al sanitario.

— ¿Dónde estás, pequeño? —Mónica pidió firmemente.

Mis labios empezaron a temblar, pero tras decirle exactamente en donde me encontraba finalice la llamada y tiré mi celular al suelo. Tiré de mi cabello, arrancando unos cuantos cabellos y gemir de dolor. Cosa que era gracioso, pues ese dolor no se comparaba con el dolor que sentía en mi pecho.

—Por favor, Michael... Te necesito aquí. —me susurré a mí mismo sin dejar de llorar. Cualquier persona que estuviera presente conmigo, pensaría que estaba volviéndome loco, y que no tenía razón por la cual llorar, pero ellos no sabían nada.

Unos minutos más tarde y la dulce voz de Mónica se escuchó a través de la puerta, pidiendo entrar. Tomé una profunda respiración y con lentitud, estire mi brazo lo suficiente para abrir la puerta. La chica rápidamente se hincó frente a mí, ahuecando mis mejillas entre sus manos y besar cada una de ellas, tratando de sanar el dolor. Y eso solo me hizo llorar más.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now