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Michael

—Mike, ¿estás escuchándome? —Oliver gimió, tirando de mi camiseta para tener mi atención.

—Estoy escuchando. —me encogí de hombros, finalmente mirándolo a los ojos y darle un leve asentimiento de cabeza. — ¿qué quieres?

Era curioso como las cosas cambian tan rápido. Literalmente hace tres semanas me encontraba a lado de mi novio, diciéndole lo mucho que lo quería y lo feliz que era a su lado. Ahora sólo estaba perdiendo el tiempo con alguien que ni siquiera me importaba lo suficiente para prestarle atención. De todos modos, nunca decía nada interesante.

—Bebé. —Oliver se quejó, cruzándose de brazos. — ¿Qué sucede? Llevo media hora aquí y parece que te molesta mi presencia.

Arqueé una ceja. —En primer lugar, no me llames bebé. —empecé, apartando sus manos de mi regazo. —, en segunda, fuiste tú quien decidió venir. Yo nunca te pedí que vinieras, ha sido decisión tuya.

—Pensé que estarías feliz de verme otra vez. —dijo tímidamente, mirando hacia sus dedos y juguetear con ellos.

Le lancé una mirada.

—Ayer te vi.

—Bueno, no puedo tener suficiente de ti, gatito. —sus labios se curvaron. Se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos en mi pecho y presionar sus labios contra los míos.

Al sentir sus labios contra los míos hice una mueca de asco, y suavemente lo empujé hacia atrás. Sus besos no me hacían sentir realmente bien, no me emocionaban ni tampoco me asustaban.

— ¿Por qué fue eso? —pregunté, relamiendo mis labios y darle una rápida mirada.

—Quiero hacerte sonreír. —se encogió de hombros mientras sus dedos se arrastraban a lo largo de mi mejilla, luego bajaron a mi pecho. —, no has estado sonriendo mucho.

Tomé una profunda respiración, levantándome del sofá y caminar por el pasillo hasta la cocina. Tan pronto como abrí la nevera, tomé un zumo de naranja y miré de reojo a Oliver, qué solo estaba sentado ahí sin hacer nada interesante.

No me sentía mal por él, no tenía por qué hacerlo, pues en primer lugar fue Oliver quién llegó a mi apartamento sin avisarme antes. Posiblemente fui yo quien inició todo esto de las citas, besos y sexo casual sin ningún sentimiento de por medio, pero ahora debía ponerle un alto.

—Mike, ¿quieres ir a cenar? —Oliver cuestionó.

—No.

— ¿Por qué no? —hizo un puchero. Apreté los dientes y desvié la mirada, teniendo suficiente de sus gestos. Cada maldito gesto suyo me recordaba a él, y honestamente lo último que quería era recordarlo.

Sí, sabía que todo había sido mi culpa. La manera en la que me fui sin despedirme fue un acto cobarde, pero no quería que lo hiciera más difícil. Todo esto de alejarme lo había hecho por mi bienestar, porque al final nunca podré tenerlo a mi lado de la manera correcta. Lo seguía amando, nunca dejaría de hacerlo pero no quería volver y lastimarlo.

—Cállate, Oliver. —gruñí.

Él se levantó del sofá y se dirigió a la cocina, sentándose en el mostrador de esta y coger mi zumo de naranja.

— ¿Por qué me ignoras, Mike? —se quejó. —Sé que no soy el mejor, pero por favor no lastimes mis sentimientos.

Di un paso atrás, sacudiendo la cabeza. —Bueno, no sé si te has dado cuenta, pero estoy un poco de mal humor, y he estado en un mal estado de ánimo últimamente, así que no sé lo que esperas de mí. —finalice en voz baja, cruzándome de brazos.

Roommates » Muke AUWhere stories live. Discover now