Capítulo 46

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Capítulo corto💜 lamento la ausencia, pero aquí seguimos.

Dixon

Podía presentarme en este sitio sin ningún problema.

Yo era Dixon Russo, el Diablo, dueño y señor de esta ciudad.

A mi lado, Holly se movía con seguridad, su mano aferrada a la mía, la mirada en alto, tranquila, decidida, obviando a la avalancha de periodistas que nos recibieron en la entrada y a las personas a nuestro alrededor que no paraban de cuchichear mientras nos miraban avanzar. Quería cortarles la lengua y arrancarles los ojos, mas mi prioridad era otra y estaba justo adentro.

Taylor me acompañaba, la seguridad se dispersó en toda la manzana. Si intentaban algo, no saldrían vivos, si yo moría, los arrastraría conmigo. Yo no me iría solo de este mundo y siempre lo había tenido claro.

—Señor Russo —me abordó el abogado apenas nos vio llegar—, su padre enfrenta los cargos de...

—No me importan los cargos que enfrenta. Sácalo de la puta cárcel, o lo dejan libre o se atienen a las consecuencias —siseé entre dientes.

—Las cosas no son tan fáciles.

—Te pago para que sean así. ¿O te queda grande el trabajo? —Lo enfrenté sin más. Pasó saliva y negó débilmente.

—Haré todo lo posible.

—No te ordené que hicieras todo lo posible, me haces hasta lo imposible, pero lo sacas de aquí hoy mismo.

Holly me dio un ligero apretón en la mano, pedía en silencio que mantuviera la calma, mas no lo controlaba, mis impulsos salían a flote, mi estabilidad se fue de paseo; tenía ganas de quemar todo, de tomar mi arma y perforar los cuerpos de Charles y del General con mis balas. Necesitaría solo dos.

—Sí, señor.

Sin más se perdió entre los pasillos. De frente observé venir al General, se pavoneaba con su uniforme mediocre, le daría el gusto de que muriera con él puesto.

—Vaya escándalo, Russo —se mofó sin un mínimo atisbo de sonrisa, pero sus ojos decían lo feliz que se hallaba por esta nimiedad.

—He salido de peores, General —espeté con desprecio su título.

—¿De verdad piensas que saldrás? —Inquirió con sorna.

—La mierda de los perros es más fácil de limpiar —mascullé.

Enderezó la espalda, la mandíbula tensa. Sus ojos se desviaron hacia Holly y un brillo perverso relució en ellos.

—Quien diría que tus debilidades son tan... insignificantes —comentó, rozándole la mejilla en un gesto que casi me hace cortarle la mano, si no es porque Holly me detuvo.

—Ta insignificantes que han puesto a un General al mando de un simple oficial, ¿verdad? —Intervino ella.

—Cuide sus palabras.

—Y usted las suyas —dijo seria—, Dixon no está solo.

—No, por supuesto que no, tiene una mafia a su disposición que lo hace sentir intocable.

—Me tiene a mí —replicó—, y es mejor que tenga pruebas si hará tales acusaciones, no quiere una demanda por difamación y otra por acoso.

Tiró de mí y nos dirigimos hacia unas sillas en un costado de un pasillo angosto y deplorable. Entrelazó nuestros dedos y me miró serena e inalterada.

—Eres grandiosa —estiró los labios hacia atrás—, ya le hubiera prendido fuego a esto si no estuvieras aquí.

—Ya lo has hecho, los has tocado con tus llamas, por eso su desesperación —murmuró.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora