Capítulo 11

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Dixon

La boda de Gallardo fue todo lo que esperaba: un completo circo.

La cara de mártir de su esposa se volvió insuperable, la pobre no pudo sonreír en ningún momento. La entendía, después de todo fue obligada a contraer matrimonio con alguien que no quería y que era un completo bastardo, mentiroso y manipulador. Y si bien, yo podría encontrarme a la misma altura que él, no andaba por allí ilusionando mujeres, a pesar del trato que les daba, ellas siempre pedían más y volvían a buscarme, Linda era un ejemplo de ello.

Ese tipo de mujeres eran masoquistas, preferían el placer que su dignidad. Absurdo.

Y siendo franco estaba comenzando a cansarme de Linda y sus estupideces. Si seguía presionando, acabaría como la prometida de ese americano.

Volví mis pensamientos a mi presente. Me hallaba en Rusia, Bridger venía a mi lado mientras el chofer nos llevaba al hospital donde Kozlov se encontraba internado, el motivo: un atentado. Y como lo mencioné anteriormente, el hijo de puta a pesar de haber sido baleado, seguía respirando. Joder. Empezaba a creer que de verdad era inmortal o definitivamente, tenía mucha suerte.

Incluso ante su situación, accedió a verme, la curiosidad podía con él, además de la precaución. No cualquiera se atrevía a buscarlo, tenía una reputación bastante interesante. Vaya sádico que era.

—¿Estaremos mucho tiempo? Francis me ha dicho que Theo no se encuentra bien —comentó Bridger. Suspiré. Sí, recordaba a esa bola de pelos, ella se preocupaba demasiado por él.

—No, no será mucho —respondí tosco. No tenía ánimos de pelear o bromear con ella.

De soslayo la vi asentir. Acomodó sus gafas y se quedó mirando el exterior. Usaba un suéter de lana bastante grueso en color verde y una falda café del mismo material, larga y de botones. Resoplé. Vaya atuendos, cuando creía que no podía salir con uno peor, llegaba y me cerraba la boca de inmediato.

Holly de verdad se esforzaba para espantar a los hombres.

Minutos más tarde el chofer se detuvo en el hospital. Taylor me seguía en una camioneta en compañía de tres hombres más. No me preocupaba demasiado por la seguridad en los territorios de Kozlov, él se caracterizaba por ser alguien leal y se podría decir que justo. No lo jodías, él no terminaba por cortarte la garganta. Le funcionó. Era de los pocos de la vieja escuela, bien para él, pero quienes estábamos del otro lado, actuábamos conforme nuestros intereses y eso no cambiaría.

Si yo quería algo, lo tomaba, si quería matar, mataba. Nadie me decía que no.

Bridger bajó conmigo. No me hacía gracia alguna exponerla, pero me servía para brindar cierta "tranquilidad".

Apenas entramos al edificio, noté a los hombres de seguridad rondarlo, por supuesto, necesitabas conocer bastante para darte cuenta quienes no estaban aquí esperando por un paciente.

—Sasha no puede hablar por mucho tiempo —me abordó un sujeto de aspecto serio, alto, cabello oscuro y ojos gris azulado. Supe que era su hombre de confianza, pues no lo llamaba por su apellido.

—Me bastan unos minutos —simplifiqué.

Asintió y nos guio por unas escaleras, atravesamos varios pasillos repletos de luz blanca, cegadora, antes de seguir por otro, nos detuvimos y dos hombres se acercaron a mí.

—Es por seguridad —explicó el hombre. Rodé los ojos y permití que me revisaran. No había armas en mí.

—Ella es mi asistente —dije cuando vi sus intenciones de tocarla—, es inofensiva.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora