Capítulo 1

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Dixon

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Dixon

Ella era hermosa, sí, podía definirla como tal, pero me había follado a mejores.

Sin embargo, esta noche no importaba si lo era o no, mi objetivo se trataba sobre abrirle las piernas encima de mi escritorio y follarla, un paso de lo más fácil. Ella, igual que todas, caían a mis pies tan solo con una mirada, no necesitaba hacer mucho para que sola se bajara las bragas y se me ofreciera.

Mientras la veía caminar hacia mí, no disimulaba su deseo, me follaba con la mirada, su fama de puritana se iba a la mierda conmigo. Contoneaba aun más sus caderas, los senos apretados bajo el vestido escotado, los pezones se dibujaban a través de la tela y por un instante quise prenderme de ellos y mamarlos hasta hacerla venir; mas no buscaba su placer, únicamente el mío, si terminaba o no, me daba igual. Mi lado egoísta se mostraba incapaz y totalmente renuente a buscar complacer a alguien más.

—Es peligroso meterse conmigo —dijo en voz mortecina; se sentó sobre el escritorio, justo entre mis piernas—. Él te matará si se entera lo que estamos a punto de hacer.

—¿Crees que me importa que tu novio se enoje por la mamada que me darás?

—Deberías preocuparte.

—Y tú deberías cerrar esa boca, a menos que la mantengas abierta para algo más interesante que hablar mierda que a nadie le interesa.

Se mordió el labio de forma sensual y atrevida, la adrenalina corría por sus venas, aprecié el latir errático de su corazón gracias a esa vena que se movía frenética en su cuello. Ella estaba consciente de que el terreno que se hallaba pisando era peligroso y podría hacerla caer en cualquier instante, pero la lujuria y el placer que detona lo prohibido, podían más que su instinto de supervivencia y el amor que le pregonaba a su novio.

Todas eran iguales, todas caían ante el placer, y no solo se trataba de ellas, nosotros éramos iguales. ¿Fidelidad? Eso no existía o al menos no conocía a alguien que lo haya seguido en todo el sentido de la palabra.

Tonterías de los enamorados estúpidos.

Regresé mi atención a la pelirroja que me miraba ansiosa. Me desabotoné el pantalón y saqué ante ella mi pene bien erecto, invitándola a lamerlo y probarlo de arriba abajo; masajeé despacio, mis dedos advirtieron las venas palpitantes que se marcaban con dureza hasta debajo de mi hinchado glande.

No tuve que decirle lo que tenía que hacer, se puso de rodillas y sin que sus dedos temblaran sostuvo mi erección. Me incliné hacia atrás sobre el respaldo, entonces sentí su calor cubrir parte de mi carne, lo metió a su boca y probó con la lengua, chupó y succionó la punta, logró que un siseo escapara de mi garganta. Repitió el proceso, llevándolo más adentro conforme avanzaba. Su mano libre hurgó bajo mi bóxer, cogió mis testículos y los acarició con sutileza, enviando cientos de sensaciones calientes a través de mi vientre bajo.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora