Capítulo 18

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Dixon

No podía sacarme a Holly de la cabeza.

Bastó un día para que mis emociones se alteraran. No se trataba únicamente de lo que le hicieron y como me sentí al respecto, había mucho más, por ejemplo, la versión sobreprotectora, posesiva y celosa de mí que acababa de descubrir, ¿de dónde salió? Ser un hombre celoso no era lo mío, estaba seguro de mí mismo, lo suficiente para no experimentar celos de nadie, aunque era probable que siempre lo haya sido, solo que nunca tuve a nadie que me importara lo suficiente como para preocuparme si otro la miraba o se la follaba.

En cambio, Holly. Joder. No soportaba que Adam la mirara, ni que el ñoño estuviera interesado en ser su amigo, ni que decir de Taylor viéndole las piernas o de mi hermano compartiendo tiempo con ella. Maldita sea.

Estuve negado a aceptarlo. Mis burlas hacia ella fueron una negación, una excusa para ocultar lo que en realidad sentía: Holly me gustaba.

¿En qué momento pasó? No me di cuenta. Pero no me sorprendía, pasábamos juntos la mayor parte del tiempo, nos preocupábamos el uno por el otro, ella al pendiente de mis necesidades, yo encargado de que no le faltara nada. Al sentirme perdido, bastaba mirar a mi lado para encontrarla ahí, dispuesta a no dejarme solo. Me cuidaba, protegía y quería, por encima de todo. Mi comportamiento con ella era distinto al que solía tener con los demás; al estar solos, me sentía confiado para mostrarle esa parte de mí que nadie conocía, nada más ella.

Su situación me hizo despertar, mis miedos sobre el dolor, la perdida y el peligro, se derrumbaron y me permitieron ver lo que estaba pasando. Tuve la respuesta a mis actos y la explicación a las palabras dichas que mentían y me protegían de lo que sentía por ella. 

Mierda.

¿Cómo iba a actuar? Yo conseguía lo que quería, nadie me decía que no; imponía mis intereses y mis decisiones por encima de cualquiera, sin embargo, no quería que fuera así con Holly. Me negaba a forzarla y destruir lo que teníamos. Debía ser cuidadoso, ir despacio, ganármela por completo, porque ella me demostró que no era como las demás, no caería rendida a mis pies, y yo como un idiota, siempre estuve rendido a los suyos.

Cerré brevemente los ojos, su imagen fue protagonista en la oscuridad de mis pensamientos. Me tomó todo el puto autocontrol del mundo no tocarla; conocía su piel de porcelana, blanquecina e inmaculada, pero contemplarla de cerca y a profundidad, me jodió. Su figura delgada y bien formada causó estragos en mi cordura y en mi entrepierna.

No obstante, hubo algo más en lo cual no dejaba de pensar, se trataba de la cicatriz en el costado contrario de donde recibió la bala; conocía ese tipo de cicatrices, podía asegurar que pudo haberle quitado la vida. Era grande, parecía hecha con un cuchillo, o una navaja lo bastante grande y ancha, si no se trató de eso, me inclinaba a la idea de que la apuñalaron en el mismo sitio un par de veces, lo suficiente para provocarle una herida de esa magnitud.

Me pregunté en qué tipo de situación se vio envuelta Holly para acabar apuñalada. La curiosidad me carcomía, mas no quise presionarla, ni ser indiscreto, ella confiaba lo suficiente en mí para mostrarse casi desnuda, no iba a decepcionarla haciéndole preguntas incomodas que quizás ella no quería responder, mucho menos recordar. Bien podría averiguar en esos papeles dentro de mi oficina, pero no me atrevía.

¿Desde cuándo eres prudente y respetuoso, Dixon?

—Señor —me volví hacia Taylor—, esperamos su orden.

—Ya voy —murmuré.

Terminé el cigarrillo y encendí otro mientras avanzaba en dirección a la bodega. Los tres asaltantes yacían dentro, esperaban su muerte. Dar con ellos no se nos dificultó, la portátil de Holly se pudo rastrear, y aunque no la hubiera utilizado, yo me enteraba de todo, bastaban un par de preguntas para llegar adonde quería.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora