Capítulo 38

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Holly

El dolor me despertó.

Al intentar moverme, un quejido se quedó atorado en mi boca, mis labios se sentían resecos, presionados con firmeza uno con otro. Alcé los parpados con lentitud, acostumbré a mis ojos a la luz de la lampara que yacía sobre mi cabeza, molestaba.

Advertí el toque suave de unas manos cálidas que conocía bastante bien. Mi papá descansaba a mi lado, usaba la ropa que le vi la última vez. ¿Cuántos días habían pasado? Quería creer que pocos y solo por eso seguía vestido igual. Era él la única persona en la habitación, una muy lujosa habitación.

Recordaba estar en otra, en una similar a la que estuve años atrás, ese hospital me recibió moribunda y esta vez no difería mucho con la anterior.

—Papá —mencioné cauta, aun soñolienta y mareada por los medicamentos. Odiaba la sensación, era la misma.

—Oh, mi niña —se incorporó de inmediato y llenó de besos mi frente—, qué alegría oírte.

—¿Cuánto tiempo? ¿Estás bien? —Pregunté angustiada, rememorando la imagen que tuve de él y el miedo que experimenté al sopesar la idea de haberlo perdido.

—Estoy mejor ahora —sonrió—, han pasados dos días, te mantuvieron sedada para mitigar el dolor.

—Me duele mucho —fui sincera. A él podía decírselo, a Dixon no. Recordaba haberlo visto, era él, estaba aquí.

—Lo sé —su rostro se contrajo—, perdóname, Holly...

—No, papá —lo detuve—, debí decirte.

—Metí a ese desgraciado a mi casa, respetaba a su padre, a su familia —se notó frustrado, enojado—, nos vieron la cara a todos y siguieron en el poder sin ningún tipo de remordimientos.

—No es la primera vez que lo hacen —pasé saliva, tenía la garganta lastimada.

—Hicieron que todos te señalaran, tuviste que irte por su culpa y ahora no sé, Holly, no sé si todo lo que he creído en estos años es la verdad.

Mis labios se humedecieron por las lágrimas, palpé el sabor en mi lengua y más de ellas siguieron llegando.

—Lo siento —mi pecho se agitó, me provocaba dolor, pero no podía parar—, tenía miedo, tenía que mentir, perdóname por favor.

—No te alteres, ya estás a salvo, para.

Su mano en mi pecho intentaba tranquilizarme, el corazón latía frenético y se me dificultaba respirar, cada vez que luchaba por tomar oxígeno, el cuerpo me dolía.

—No, no —mi voz opacada por el llanto—, él no se detendrá.

—Bridger.

Al escucharlo, quise correr hacia sus brazos, pero dadas las circunstancias, él vino a los míos.

No le importó la presencia de mi padre, Dixon me sostuvo protectoramente, transmitiéndome calma. Aferré mis dedos a sus brazos y hundí la cara en la calidez de su pecho. Sentía sus labios descansar en el inicio de mi cabello, mientras su mano acariciaba cualquier parte de mi cuerpo a la que tuviera alcance.

—Tranquila, cariño, ya pasó, ya estoy aquí.

—Perdóname —susurré, también con él quería disculparme—, intenté defenderme, intenté luchar... no quería hacerte sufrir, perdóname, Dixon.

—Carajo, Holly —me apretó más fuerte—, ¿cómo puedes pensar en mí cuando estuviste a punto de morir?

—Tú...

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora