Capítulo 36

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7 años atrás

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7 años atrás.

Holly

Sus besos descendían por mi cuello, tocaba mis piernas por debajo de la falda del colegio. Me gustaba sentir sus labios, el toque de su piel, sabía lo que quería, no se lo daría, no podía aún.

—Tenemos que ir a clase —susurré, traté de apartarlo. Su complexión siendo el doble que la mía, formó una cárcel sin darme oportunidad de huir.

Echó un vistazo a nuestro alrededor, nos hallábamos escondidos bajo las gradas del gimnasio, a esta hora no había nadie cerca.

—¿Cuándo vendrás a mi cabaña, Fairy? —Inquirió, rozaba mi mejilla con la punta de sus dedos. Sonreí coqueta. Disfrutaba cuando me llamaba así.

—Paciencia, Charles —deposité un beso en sus labios—, tiene que ser especial, además, papá no me deja salir.

—No tiene que saber —empujó su pelvis contra mi abdomen y lo sentí—, puedo ir por ti.

—Lo pensaré.

Me escabullí entre sus brazos, cogí mi mochila y salí corriendo del gimnasio, acalorada y sonrojada. Tenía al chico más guapo del colegio comiendo de la palma de mi mano, me hacia sentir orgullosa exhibirme con él y presumirles a todas que era mi chico.

Charles me encantaba, era muy guapo, pero rebelde, siempre metido en problemas. Fumaba y bebía, al verlo solo gritaba peligro por todas partes y yo sin saber por qué, me sentí atraída por él. Mi vida se basaba en ser la niña buena, la inteligente y con buenas notas, Charles me brindaba esa adrenalina de peligro, la emoción de romper las reglas y la excitante sensación de ser la chica del chico rudo y atractivo del colegio.

Y aunque en ocasiones su actitud era la de un patán, yo me esforzaría por hacerlo cambiar, los chicos malos siempre cambiaban por la chica buena, encontraban en el amor un tipo de salvación que los incitaba a ser mejores y yo quería eso para Charles.

Le ayudaba con sus tareas, lo presionaba para que asistiera a clases, lo acompañaba cuando ingería drogas, mientras trataba de controlar que no consumiera más. Poco a poco fue dejándolas de lado, eso era un avance y la prueba de que él me escuchaba y obedecía.

De pronto, choqué con alguien. Los libros se dispersaron en el suelo, el chico se agachó, no sin antes lanzarme una mirada desde abajo. Llevaba unas gafas grandes y horrendas, ropa holgada y fea, el cabello aplastado con un montón de fijador. Su cara tenía espinillas y su nariz era un poco grande, sin embargo, tenía unos ojos bonitos, muy azules y cálidos, los cuales me miraban avergonzados.

—¿Por qué no te fijas por dónde vas, cuatro ojos? —Increpó Charles, su brazo sobre mis hombros a la vez que pateaba uno de los libros del chico.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora