Capítulo 45

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Holly

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Holly

Dixon aún no despertaba.

Aguardaba con nerviosismo el que lo hiciera. Anoche no se mantuvo consciente, dicha su proposición, se quedó profundamente dormido; yo no pude conciliar el sueño en lo que quedaba de la noche, ¿cómo podría luego de tal petición? Él quería que fuera su esposa, pese a que, lo dijo estando ebrio, si la idea brotó de sus labios, es porque llevaba algún tiempo contemplándola.

¿Me veía como su esposa? No lo sabía. Aunque, ¿la diferencia sería mucha? Lo dudaba. Vivíamos juntos, trabajábamos juntos, compartíamos la mayor parte del tiempo juntos. Ser su esposa tendría como diferencia un documento, solo eso.

Apagué el fuego y coloqué los platos en la encimera. Escuché los pasos de Dixon bajar las escaleras y deprisa serví el desayuno, esta vez quise hacerlo yo, por lo regular, cuando ambos bajábamos, este ya se encontraba servido.

—Buenos días, Bridger —saludó serio.

Me volví hacia él y puse un vaso con jugo y un par de pastillas a su lado. Olía a esa loción que tanto me fascinaba, su cabello húmedo y el traje impecable ciñéndose a su figura. Tomé asiento delante de él y comencé a desayunar en silencio.

—¿Cómo te sientes hoy? —Averiguó.

—Mejor, puedo moverme libremente, evito hacer esfuerzos. —Mastiqué despacio, él no dejaba de mirarme, como si quisiera pedirme algo y yo rezaba para que no se tratara de una respuesta a la pregunta que formuló anoche.

—Sobre lo de ayer —carraspeó—, quería pedirte una disculpa.

—Ya lo hablamos anoche, Dixon. —Apretó las cejas.

—¿Lo hicimos? Ni siquiera recuerdo cómo carajos llegué —comentó. Sentí alivio al oírlo y a la vez, cierta decepción.

¿Qué estaba mal conmigo? ¿Desde cuándo era tan... indecisa?

—Bueno —bebí café y pasé el liquido con dificultad, evitaba mirar a Dixon a los ojos—, no importa.

Agaché la mirada y continué desayunando al igual que él, ninguno dijo más. Al finalizar, subí a cepillar mis dientes mientras Dixon atendía una llamada. Eché un vistazo a mi reflejo sin ver mucha diferencia a la Holly de hace unos meses y a esta, al menos no físicamente, pues seguía siendo yo misma, pero en el interior, me sentía distinta... y no sabía cómo explicar esa sensación.

Tomé un respiro y no le presté mucha atención a esa otra sensación que me apretujaba la garganta y causaba un malestar en mi estómago.

—¿Estás lista? —Lo miré.

Se notaba más frio de lo normal y yo no me encontraba con ánimos para luchar contra esos obstáculos que interponía entre nosotros, había mucho en que pensar.

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora